Mientras Schumacher domesticaba a un Raikkonen resucitado, al nuevo McLaren-Mercedes, y vivía feliz con su escudero Barrichello a sus espaldas, Alonso (Renault) y Gené (Williams-BMW) vivían un auténtico calvario en la cola del pelotón, terminando en dos discretísimas posiciones: el asturiano fue el 10º; y el catalán, el 12º.

"Tengo la sensación de que, como saben que salimos muy bien, los rivales sólo piensan en entorpecernos la salida", explicó Alonso, que se quejó que, de nuevo, el austriaco Christian Klein (Jaguar) volvió a dificultarle la salida "tal y como hizo en Bahrain". El asturiano, que vivió metido siempre en un atasco ("cuando no me frenó Heidfeld (Jordan) me frenó Da Matta (Toyota)", criticó a su equipo, a sus jefes, por no haberle llamado antes a su box para el último repostaje. "Justo cuando Trulli sufrió el accidente --comentó--, debieron percatarse que iba a salir el coche de seguridad y llamarme rápidamente al taller. Así me hubiese incorporado delante de otros coches y hubiese podido ganar algunas posiciones, pero debían de estar entretenidos viendo la repetición del accidente de Jarno, se despistaron y me llamaron tarde".

Pese a todo, el asturiano acabó contento de su actuación en Gran Bretaña: "Ha sido una gran carrera por mi parte, con mucha lucha", dijo el español, argumentando que había adelantado a más coches que ningún otro piloto en toda la temporada, y lamentó que, al final, tanto esfuerzo no sirviera para nada. "Es una lástima porque en el décimo puesto no hay puntos, pero así son las carreras".