Los más veteranos seguidores de ciclismo seguro que se acuerdan de un corredor que se llamaba Lale Cubino. Fue a finales de los 80 y principio de los 90 un brillante escalador, capaz de destacar en cualquier cordillera: los Alpes (cuyas cumbres saludan desde hoy a los ciclistas del Tour 2018), los Pirineos y hasta los Apeninos. Estando en carrera, cuando abría la persiana o retiraba las cortinas de la habitación del hotel que ocupaba, miraba al cielo. Y solo que viera una nube, solo que asomara una pizca de agua, su semblante cambiaba. Odiaba el mal tiempo y enseguida, como a muchos otros corredores amantes del sol, le entraban dolores por todo el cuerpo.

A Mikel Landa le sucedió ayer algo parecido. Descansaba en uno de los mejores y más caros hoteles con vistas al fabuloso lago de Annecy, allí donde Alberto Contador ganó, de amarillo, su única contrarreloj del Tour (2009). Había llegado de noche, después de volar, como el resto de participantes, desde Lille. Annecy, como todas las ciudades francesas, vivía hipnotizada por ganar la Copa del Mundo de fútbol. Así que se fue a la cama con el ánimo de que no le dolieran demasiado las heridas, testimonio de su caída entre tramos de adoquines en la etapa del domingo.

OPTIMISMO / Sin embargo, cuando vio el día soleado, no solo notó que el cuerpo se alegraba, sino que se concienció para ser uno de los protagonistas en esta batalla de tres días por los Alpes, donde su equipo, el Movistar, debería llevar la iniciativa de la contienda ciclista ante un Sky, de la mano de Chris Froome y sin olvidar la pieza táctica de Geraint Thomas, segundo de la general, que ya avisó en los adoquines que quería mover la carrera, el árbol del Tour para ver si empezaban a desprenderse frutos maduros, los ciclistas más cansados.

Con Landa, sin lesiones importantes, con Nairo Quintana, que necesita reivindicarse como líder del Movistar y con Valverde, en todas partes y esperando acontecimientos, el Movistar debe destapar en tres al jefe de filas, porque solo uno de sus tres líderes puede llegar triunfador a París. Por mucho que prime, y cada vez más, la estrategia de equipo, el ciclismo sigue siendo un deporte de éxitos individuales.

«Pude descansar bien, no me dolieron demasiado las heridas y solo me resentí de los golpes al inicio del entrenamiento, aunque luego pude hasta sudar subiendo un puerto», reivindicó Landa. Hoy le aguarda, sobre todo, un ascenso al inédito Plateau des Glières, la cima de los republicanos aragoneses, con 1.800 metros a través de una pista sin asfaltar. A él y al resto de contrincantes. Porque de la batalla Movistar-Sky pueden sacar provecho otros rivales, ya que al menos seis corredores (Nibali, Roglic, Dumoulin, Bardet, Urán y Martin) aspiran al triunfo.

«Estoy en la forma que quería estar y soy muy optimista. Si el Movistar tiene tres líderes, nosotros somos dos: Thomas y yo», aviso de Froome. Hoy comienza esta batalla, la batalla que puede empezar a decidir la carrera.