—¿Qué tal se está adaptando al club y a la ciudad?

—Llevo casi dos semanas y estoy muy contento. Tenía ganas de venir cuanto antes. Cuando se cerró la operación y antes de que se firmase la ficha quería entrenar y viajar a Zaragoza rápido para poder estar en Reus y así fue. Además, por fin tengo vivienda, que estaba en un hotel.

—¿Cómo están siendo sus sensaciones sobre el césped en estos primeros minutos?

—Muy buenas, aunque venía con los deberes hechos. Había visto el partido ante el Rayo Majadahonda por televisión y ante el Villarreal en pretemporada estuvo el ayudante de mi representante para saber cómo estaba jugando el equipo y tenerme al tanto. Juega muy bien al fútbol, lucha por un objetivo muy bonito y queremos que se haga realidad.

—¿Es tabú hablar directamente de ascenso? Imanol Idiakez, por ejemplo, no dice la palabra por superstición.

—El ascenso es el objetivo, aunque se puede lograr de varias maneras. Lucharemos por lograr la vía más rápida y difícil y si no iremos por la más larga. Queremos hacerlo lo mejor posible para disfrutar del tramo final de Liga y ser todos felices. No me da miedo la palabra ascenso. Hay que afrontarlo como lo que es, un objetivo bonito.

—En estos primeros partidos el equipo ha tenido falta de acierto. ¿Le preocupa como delantero?

—Lo mejor de todo es que el gol que encaja el equipo en casa ante el Rayo Majadahonda es evitable perfectamente y el otro ante Las Palmas es en fuera de juego. No encajar en esta categoría te da muchísimo y pensando en la gente que tenemos y en lo que hay arriba, marcar va a estar casi asegurado. Hemos metido tres goles, pero hemos tenido ocasiones. No hay motivos para crear alarma.

—¿Le beneficia jugar con otro delantero al lado?

—Por norma tiene que haber un sistema, por las televisiones y la prensa, pero al final el esquema lo hacen los jugadores dentro del campo. Puedes proponer un dibujo 4-4-2 o 4-3-3, pero el puzle cambia totalmente en base a cómo se muevan o trabajen tácticamente los futbolistas sus movimientos. Ante Las Palmas jugamos con tres arriba y parecía que no pero yo estaba con el último hombre, con el líbero aunque parezca muy antiguo, para que sufrieran un poco; y Marc y Pombo en zonas intermedias hicieron un gran trabajo. He jugado con muchos sistemas, solo, acompañado, pero depende del feeling con los compañeros.

—¿Cuándo contactó Lalo con usted en verano y qué le comentó en aquella conversación?

—Me llamó de vacaciones, justo al terminar la Liga, y me pilló haciendo la mudanza para mi hermano, que se marchaba a Madrid. Quería saber mi situación porque entraba dentro de su planificación y me dijo que le gustaba mucho que pudiera estar en el Real Zaragoza. Le conté mi situación, que era que me marché cedido al Nástic porque no tenía nada de minutos y necesitaba reencontrarme y sentirme importante. Fue bien, me fui muy contento de Tarragona. Me llamaron otros directores deportivos y fue un impulso para pensar que las cosas habían salido bien, pero siempre tenía el pensamiento de hacerlo bien en Tarragona para hacerme un sitio en el Espanyol y así se lo comenté. Rubi también me llamó y me dijo que empezábamos todos de cero. Con muchísimo respeto me dijo Lalo que estaría encantado de que me saliera todo bien en el Espanyol, pero que si algo se torcía, que contara con ellos. Fueron pasando el verano, las llamadas y los mensajes, aquí estoy y es una buena elección.

—En pretemporada coincidió con Borja Iglesias. ¿Qué le dijo para convencerle de que viniera?

—Dormíamos juntos desde el primer día y estaba al tanto de la situación. Es una persona genial, me ha ayudado mucho a la hora de tomar esta decisión, me habló del club, de los compañeros… Lo que me dijo concretamente se queda entre nosotros, pero vine con muy buenos apuntes (sonríe).

—¿Le duele no haber terminado de triunfar en el Espanyol, el club en el que creció?

—Doler no duele, pero tomé la decisión de volver dejando de lado a un equipo con el que lo tenía prácticamente hecho, que era el Deportivo, y me creí un proyecto y una situación, pero piqué. Pensé con el corazón y no con la cabeza y quizá no era lo más sensato. Deseaba volver a casa porque salí en unas condiciones que no se han explicado, que no me beneficiaron en nada y salió impune gente que estaba en el club y que ya no está. Vi una oportunidad nueva de seguir creciendo en casa, hacerlo bien, estar con mi familia y en el club que me ha visto crecer. Te queda ese sabor amargo, pero uno no quiere estar donde no le quieren.

—¿Por qué rechazó la opción de compra que tenían pactada el Espanyol y el Real Zaragoza en el acuerdo de cesión?

—Es cierto que estaban hablando de esa opción, aunque no sé el precio. No creo que llegasen a ser 3 millones. Hay un momento de la negociación en el que le dije a mi representante que para ejercer esa opción debían cumplirse unos objetivos, uno de ellos el deseado. Si se cumple, pienso que no hay que cerrarse puertas a nada. Sigo diciendo que soy jugador del Espanyol y si el equipo logra el objetivo es porque el Real Zaragoza ha hecho un año muy bueno y personalmente los jugadores también, yo incluido, y entonces sigo con esa rampa ascendente que quiero. Me queda un año de contrato y ahí tiene el poder el Espanyol. Si el Real Zaragoza quiere que siga con ellos, aunque estamos hablando hipotéticamente siempre, está claro que esa opción la tendría igualmente el Real Zaragoza al término de la temporada. Es lo mismo al final.

—Despuntó en el Mundial sub-20 y llegó muy joven a Primera. ¿Qué le ha faltado estos años para terminar de arrancar?

—Estaba en el Espanyol, fue un año bueno para mí. Me quedaba un año de contrato y se me presionó muchísimo para que renovara sin haber una oferta en la mesa. Querían que aceptara una renovación a la baja desde un principio y ahí se torció todo. Como canterano me sentí muy poco respetado por el club en ese momento. Les dijo mi representante que podían igualar la oferta que tenía yo como jugador que venía de la cantera, que no era un contrato muy bonito, pero que lo que no podían hacer era bajarlo. La decisión que tomaron a mitad de temporada era dejarme sin convocar algunos partidos, aunque al final terminé jugando. Sabían que no quería renovar en esas condiciones.

—¿Tuvo algún otro problema extradeportivo?

—Hubo también unos impagos y les dije que al menos me pagasen el dinero que tenía, que hacían el contrato algo más grande. Mi padre era carpintero y tuvo que cerrar la empresa con la crisis, tuvimos que vender la casa que teníamos y nos fuimos de alquiler a un piso. Exigí ese dinero porque en casa no estábamos bien y pensaba que se me estaban riendo con esas condiciones. Me amenazan con no jugar más. Llegó ese verano y en el Espanyol me dijeron que o renovaba o me vendían y como veía que no me iban a pagar y se pasaba el plazo formulé una denuncia ante la AFE. La gente que había en el club dijo en la prensa que había denunciado al club y que quería unos premios que se habían pactado con el equipo, pero era mentira porque eran individuales. Me pagaron unos de la plantilla que no pedí y no los otros. La gente pensó que solo quería el dinero.

—Y le vendieron al Getafe.

—Fui al Getafe con 21 años, primera vez fuera de casa y solo conocía a Sarabia. Me cedieron al año siguiente al Swansea y estuve muy bien hasta que echaron a Laudrup. El entrenador que vino (Garry Monk) no quiso contar con los cedidos y estuve otra media temporada con pocos minutos y cero goles. Volví al Getafe, hice buena pretemporada y una campaña buena a pesar de las dos operaciones de hombro. Volví a ser el Álvaro de siempre. Al siguiente año bajamos y llegó lo del Espanyol y el Deportivo. La trayectoria de un futbolistadesde fuera parece un camino de rosas, pero hay muchas cosas. Es complicado decir por qué Álvaro Vázquez no ha seguido con esa progresión que todo el mundo tenía en mente, pero ha habido muchas cosas que han frenado eso. Somos personas, tenemos familia… pero no es ninguna excusa, es la carrera que me ha tocado vivir y ya está. Hay que seguir trabajando, me gusta currar y en las dificultades es cuando tiene que salir lo mejor. A personas ordinarias nos ponen en situaciones complejas, pero nos llevan a sitios extraordinarios y este es un lugar extraordinario que se tiene que aprovechar.

—Este año es el marcado del proyecto para el ascenso. ¿Nota más ilusión o presión?

—Noté mucha ilusión desde el momento en el que salió que Álvaro podía caer en el Real Zaragoza. Todos los mensajes que me llegan a las redes sociales, de gente que conoces y de exjugadores de club que estaban conmigo en el Espanyol, todos ellos son de máxima ilusión, de un sitio cojonudo, que me vendrá muy bien, que la gente el año pasado se enganchó de una manera brutal, que tiene una línea ascendente, que es un histórico, que tiene que estar arriba… He elegido bien, el Real Zaragoza desprende algo especial. En el primer partido en casa marco gol, me siento a gusto, tengo oportunidades.

—Marc Gual dijo que el Real Zaragoza tiene la mejor delantera sin duda de la categoría. ¿Está de acuerdo?

—Hay que tener ese pensamiento. Para nosotros somos los mejores, trabajamos, vemos los vídeos… Ante Las Palmas los tres arriba creamos muchísimo peligro. Marc también es joven, muy impulsivo, pero sí que es cierto que hay que pensar así. La temporada pasada que hizo Pombo fue muy buena, Marc hizo goles en su primer año con el Sevilla Atlético aunque no jugase mucho el año pasado y yo vengo con unas ganas tremendas. No sé si seremos la mejor delantera, pero la que tiene más ilusión, seguro.

—Es de Badalona como Marc Gual. ¿Le conocía de antes?

—Sí. Además me lo presentaron cuando él estaba en el filial del Espanyol y yo en el primer equipo recién llegado del Getafe. Le vi un chico muy callado y tranquilo y el otro día le dije: «¡Cómo cambia la cosa! Ahora estamos los dos aquí peleando».

—¿Por qué le llaman lobo?

—Por mi hermano. Su grupo de seguidores, los wolfies, decían que era el lobo mayor al ser el hermano mayor. Y yo encantado.

—Antes Raoul era el hermano de Álvaro, pero ahora mucha gente le reconoce como el hermano de Raoul tras su paso por Operación Triunfo. ¿Cómo lo lleva?

—Cuando me dicen eso mucha gente es en plan: «¿No te fastidia?». Al revés, se me hincha el pecho y estoy muy orgulloso. Desde que he escuchado a mi hermano cantar he hecho lo posible para que se le valore y escuche antes de su paso por la televisión. Ya le he dicho que cuando se retire seré su representante (risas).