Agapito Iglesias ha dicho que quería vender el Real Zaragoza en muchas ocasiones, por un euro o por unos cuantos millones de euros, en función de cual fuese el escenario y del objetivo que perseguiese lanzando uno u otro mensaje a la opinión pública. Hasta el momento el pez siempre ha muerto por la boca porque la voluntad del propietario jamás ha sido formalizar la venta de su paquete accionarial, más bien jugar con la especulación. Nunca como en estos días turbulentos del inicio del 2014, la postura del empresario soriano había estado tan cerca de hacer lo que miles y miles de zaragocistas esperan. Sea por las imputaciones de la Justicia, por la sensación de ahogo, por desgaste, por las continuas recomendaciones de sus más íntimos, por sugerencias interesadas o por un arranque de cordura, que todo puede ser, pero el mensaje que Agapito está trasladando en su círculo más cercano es que, ahora sí, ha llegado el momento.

En estos siete años, la forma de gobierno del Zaragoza ha sido muy personalista. Ninguna decisión de alcance ha salido adelante sin el ok del dueño. Todo ha empezado y acabado en su figura, por mucho que haya habido decenas de cargos intermedios, con mayor o menor poder ejecutivo. Por las circunstancias, Agapito está ahora más decidido que nunca a vender. Si quiere, tiene a quien hacerlo. En ese punto estamos. Una vez más, todas las cartas están en su mano y el desenlace del proceso depende únicamente de su voluntad. De que retroceda de nuevo o de que por fin diga amén.