Es todo un personaje en Argentina. Un futbolista famoso, celebérrimo para los hinchas de Racing de Avellaneda, equipo con el que se proclamó campeón en el 2014 y en el que jugó cinco temporadas (2011-16). En mayo pasado lloró junto a Diego Alberto Milito, gloriosa historia del Zaragoza, el día que ambos jugaban el último partido en el Cilindro de la Academia. Ese club, Racing, marcó la vida del exzaragocista y de Sebastián Saja, el guardameta que defenderá la portería del Real Zaragoza los próximos cinco meses y que es íntimo amigo de Diegol, el hombre que una buena noche de febrero del 2006 le marcó cuatro goles al Real Madrid. Viendo las imágenes de su despedida, las emocionantes lágrimas del arquero, y escuchando meses después a Milito en su partido homenaje, se entiende la estrecha relación que han mantenido en los últimos años. Más allá, se adivina que el primero que supo del interés zaragocista fue El Príncipe. Y se sueña que le dijo: «Adelante, saca a mi Zaragoza de ese infierno antes de volver a casa».

En la última noche de Diego como futbolista, el 13 de noviembre pasado, 30.000 personas se reunieron en el estadio de Avellaneda para honrar la carrera del insaciable goleador con un partido entre los campeones del 2001 y los amigos de Milito. Tuvo como epílogo la intensa luz de una pantalla gigante que ofreció los mejores goles de Milito en Racing, Genoa, Zaragoza, Inter y la selección argentina. Tuvo palabras Diego en su adiós para sus años en La Romareda, antes de detenerse en un nombre. «Gracias a toda la familia en general, a mis amigos de la vida, a mis amigos del fútbol, que los veo a todos y muchos que no están. Agradecer de corazón por compartir este día conmigo, es un orgullo haber cosechado la amistad de ustedes. En especial a un gran amigo que hizo todo por estar pero por calendario no estuvo, que es el Chino Saja».

Así le llama en Argentina todo el mundo a Sebastián, que no pudo estar en esa última noche de su querido Diego. No fue por falta de ganas. Llegó a insinuar que si Dimitrievski no iba convocado con su selección, intentaría tomar un avión para compartir los últimos minutos de fútbol junto a su gran amigo. No pudo. Ese día jugó con el Nástic ante el Getafe. Y ganó (1-0). Cuentan, no obstante, que a Vicente Moreno, entrenador dimitido del equipo tarraconense, no le hizo ni pizca de gracia aquella idea de su portero. Y que aquel detalle le pudo marcar. Fue la sospecha. En líneas generales, la marcha de Saja de Tarragona se acogió con tristeza en el vestuario, donde repartió cariño, sobre todo entre los futbolistas más jóvenes.

Un mes después del homenaje a Milito, el Nástic decidió que Saja era el portero descartado, una vez que Manolo Reina, guardameta poco querido en Zaragoza por su comportamiento en el último partido en La Romareda, tuvo que ser dado de baja por lesión. El argentino aterrizó poco antes del comienzo de la Liga, después de la lesión de aquel en el último amistoso de la pretemporada. Estaba Dimitrievski, pero su falta de experiencia llevó al club a atar a un portero de garantías, de rendimiento inmediato. Saja volvía a España 11 años después, tras aquellas dos temporadas en las que vistió los colores del Rayo Vallecano y el Córdoba. Antes había pasado por San Lorenzo de Almagro e Italia (Brescia). Después jugaría en México (América), otra vez en San Lorenzo, Brasil (Gremio) y Grecia (AEK), donde estuvo tres campañas antes de su lustro en Racing.

Desde su llegada al Nástic en agosto, el Chino sumó 900 minutos en la Liga y un partido de Copa. Recibió 16 goles y se fue con tristeza, con el equipo en el último lugar con solo tres victorias. Saja confesó entonces: «Pude jugar en España, pero el equipo lo hizo muy mal y me tocó irme. Me hubiera gustado que fuera de otra manera». Refiriéndose a su futuro, fue claro: «Me gustaría cerrar mi etapa de futbolista en un club que me motive. Yo siempre me he movido con desafíos por delante. Sé lo que quiero hacer el día de mañana, pero todavía tengo la llama de jugador de fútbol que no murió».

Llega a Zaragoza un portero con experiencia y una gran personalidad, diferente, bien alejada del futbolista prototipo. Se le reconoce como un tipo culto, con las ideas bien claras. Sabe que quiere ser entrenador, que va a serlo. De hecho, ya tuvo una oferta para dirigir a Temperley, de la Primera argentina, pero no quiso precipitarse. «Cuando muera el jugador, largaré mi nueva carrera», contestó el portero, que exprime sus últimos meses con los guantes. Se le espera en La Romareda como en el Nou Estadi de Tarragona, donde fue el mejor de su equipo en los primeros partidos de Liga. Sobrio, sólido, sin errores graves. Ante el Zaragoza, por ejemplo, dejó una parada a mano cambiada en un disparo de Manu Lanzarote que buscaba la escuadra. Se le resume, en líneas generales, como un portero completo. Quizá los únicos peros se le hayan puesto en el juego con los pies.

«Creo recordar que todo empezó en el fondo de mi casa en Coronel Brandsen», dice la primera línea de Atajada al cielo, el relato que escribió Sebastián Saja para Pelota de Papel, un libro de cuentos trazado por futbolistas. Ahí aparece otra dimensión del portero, la de sus otras inquietudes, en este caso centrada en su experiencia en un centro de menores. En las páginas se choca con Jorge Valdano, Pablo Aimar o Gustavo López, otros zaragocistas que piensan seguramente que el Chino podría ser una bendición para el Zaragoza.