Hay algunas veces en las que las líneas temporales se difuminan y las conexiones artísticas traspasan épocas y avances. En la concepción del mundo de una generación que no ha conocido el mundo sin tecnología digital, una foto es el retrato de un momento histórico, pero pocas veces lo es rodeado de la expresividad de los grandes pintores.

En el último segundo del Raptors-Sixers, mientras el balón se debatía entre entrar o salir, Kawhi Leonard, en cuclillas, el centro del cuadro, adoptó esa figura, tenso, como si fuera la única forma de situar su lengua en el ángulo justo para empujar, de algún modo, el proyectil para el 92-90 final.

Joel Embiid (dorsal 21), recomponiendo su figura, atisbó el balón rebotando contra el aro y sus puños se cerraron casi instintivamente, hasta quedar en ese incómodo momento, a media celebración, mientras se decidía su temporada.

En los momentos cruciales se revela la personalidad de cada individuo. Desde el señorío de un Scariolo que apenas varía el gesto (entre retocar su corbata y taparse la boca), hasta la atónita chica de la toalla en la mano. Todo pasando por el inconformista VanVleet, que quería entrar para palmear la pelota; dos seguratas a los que, acostumbrados a no observar el juego, les pareció mejor mirar al marcador; o un señor pleno de satisfacción, justo detrás de otro de un funeral. Entre la gama de reacciones del banquillo, de la expectación a la plegaria, la cara de Simons (el 25) denota la tragedia.

La tirantez del partido fue máxima, todos los grandes estaban respondiendo en el día señalado, entre ellos la defensa de Marc Gasol sobre la gran amenaza rival Joel Embiid, siempre incómodo, con la efectividad mermada por el constante hostigamiento de una defensa coral, enérgica e intensa de Toronto que desesperó a los de Philadelphia, sobre todo en los minutos decisivos.

Entonces emergió la figura de Kawhi Leonard. Todo el mundo en el pabellón sabía que era el señalado para lanzar el último tiro, incluida la defensa de los Sixers y todo el pabellón canadiense, no hubo truco, ni despiste; solo el milímetro que separa el éxito de la decepción. Marc Gasol despegó de su mano un balón que, previo rodeo por media línea de tres puntos, acabó, casi al final del parquet, en el abismo rojo, rebotando seis veces en el aro, de aquí hacia allá, antes de entrar. Mientras se desataba la locura, en el momento en el que todo el mundo miraba a Kawhi Leonard, Marc Gasol estaba compartiendo un saludo de respeto y admiración con Embiid.

Los Raptors son el patito feo de las franquicias NBA, con sede en Canadá, con un sistema tributario diferente al del resto de equipos, sin el atractivo de otras franquicias para reclutar agentes libres; recuperaron para la causa a una estrella de la liga, Leonard, y, en el último momento, recurrieron a Marc rebuscando en el mercado, la pieza que hacía falta para marcar la diferencia.

Marc Gasol jugará la final de la conferencia Este contra el equipo de su hermano Pau, baja por una fisura en el empeine del pie, a partir de la madrugada del miércoles al jueves, también junto al congoleño nacionalizado español Serge Ibaka. El rival es Milwaukee Bucks, el mejor equipo de la temporada regular gracias al liderazgo imparable de Giannis Antetokounmpo y con Nikola Mirotic. En la conferencia Oeste, los Golden State Warriors comenzarán la defensa del título ante Portland Trail Blazers.