La gran pasión de Rafael Callau siempre ha sido la montaña. Este veterano de 61 años no para un segundo de hablar. Recuerda sus primeros pasos con el Jesús Obrero de Zaragoza, sus experiencias en escalada y los tresmiles, la práctica del esquí alpino en el Stadium Venecia, su divorcio temporal con la montaña cuando se casó con Tere y su regreso a su querido monte con Andarines d’Aragón una vez que Marta y Laura, sus hijas, se hicieron mayores.

Fue hace cinco años cuando le entró en vena su afición por las andadas populares. «Si ahora me la quitaran sería para mí la perdición. Y el día que me muera, que me entierren en la montaña», dice. Recuerda que su primera fue en Ansó en el 2014. Se enganchó tanto con esta modalidad que disputó la Liga de Andadas Populares. El 2016 terminó tercero y tenía una espinita clavada. Este año fue a por ella y lo consiguió gracias a sus 45 andadas. Como el ciclista que consigue el Tour de Francia y se lleva el maillot amarillo en los campos Elíseos, Callau está como un niño con zapatos nuevos. El 22 de abril recibirá en la Aljafería el trofeo que le acredita como primero de la Liga. Sumó 1.938 puntos. Le ganó por goleada a Miguel Ángel Talón, que sumó 1.580 puntos, y fue tercera Elena Edo (1.334).

Su afición por las andadas es irrefrenable. Tiene contabilizadas en una agenda todas las andadas que ha hecho en el año poniendo un sello acreditativo en cada una de ellas. Está orgulloso de todos los amigos que ha hecho andando por todo Aragón. Y recuerda algunas de las locuras que ha realizado para llevarse este apreciado trofeo.

Su mayor gesta fue el triplete de andadas en un fin de semana para sumar el mayor número de puntos. En tres días hizo tres andadas a primeros de junio. «El viernes hice la nocturna en Juslibol. Son 14 kilómetros, llegamos al pabellón y nos dieron unos huevos fritos con longaniza, chupito y cerveza. Hasta las tres de la mañana estuvimos con música», dice emocionado.

El día siguiente fue a la Ruta del Papa Luna en Illueca. «Tiene 24 kilómetros de longitud. El día siguiente hice la Ruta del Acebo en Añón, que tiene 25 kilómetros. Acabé reventado el fin de semana. Además hay que hacer un montón de kilómetros en coche». Desgraciadamente a su esposa y a sus hijas no le gustan demasiado las andadas. «No se enfada mi esposa. Ya está acostumbrada. Pero como ve que me gusta, no hay discusiones que valgan. Cuando vuelvo de la andada me ducho y nos vamos al cine. A veces me he ido al Palafox y me he dormido en mitad de la sesión», explica irónico.

En las andadas ha trabado muchas amistades. Aunque ahora se ha echado una amiga. «Se llama Elena. En el club de los Andarines va con todo el mundo. Ahora quedo con ella y la tengo que llamar porque mañana vamos a Belmonte de Gracián, en la sierra de Vicor. Llevo tres años acudiendo allí y es un recorrido de 28 kilómetros duros», afirma.

Con su edad está físicamente como una moto y con la motivación de un niño. «Estoy sano como una manzana, aunque tengo algo de colesterol. Bajo muy bien, aunque pese 92 kilos. Intento adelgazar, pero me va bastante la cerveza después de las andadas». Reconoce que no se lo toma como una competición, aunque ya se ha puesto a correr en alguna de ellas. «No se debería permitir. Se va a andar y el que se quiera poner a correr, que haga un 10K. Pero yo también corro porque me gusta más llegar a las diez y media que a las doce. Me lo pide el cuerpo. En Luesia la bajada de 8 kilómetros me la hago corriendo», explica Callau.

Nació en Rasal y, como buen montañés, le gustan las andadas exigentes. «Ansó me encanta, pero en Teruel te vas a las Cuencas Mineras y también hay montaña y en Aguarón hay montes muy bonitos, así como en Albarracín. Y la Calcenada me encanta con sus 104 kilómetros». También se apuntó a la Carrera del Roscón que organiza su club. «Son 10 kilómetros muy llanos. Y llevo en la mente correr un maratón. Aunque creo que eso es muy duro y quedaría mal. Tendría que bajar más de 20 kilos», reconoce.