Tras un periplo espectacular --insuperable en lo deportivo-- por carreteras de la Gran Bretaña, el Tour entró en el continente con una etapa corta y nerviosa. Digamos que la clásica jornada en la que se puede perder mucho y ganar poco o nada. Y si no que le pregunten a Froome, el máximo aspirante al podio de París, con su absurda caída cuyas consecuencias pueden ser determinantes; aunque la verdad sobre su avería no la llegaremos a saber porque eso es dar información al enemigo. Lo que sí entraba en el guión de la jornada era la escapada de algunos desheredados de la carrera, que en esta caso fueron el teatrero Voeckler y el español Luis Angel Maté, acometiendo una aventura condenada a la disolución cuando los equipos de los llegadores empiezan a notar el aroma de la meta.

Los dos aventureros escaparon al mismo tiempo que el director del Tour bajaba la bandera de la salida real de la etapa. El programa se cumplió al cien por cien y el alemán Kittel rubricó con su 53x11 una nueva victoria ¡y van tres de cuatro! De momento la expectación dentro del Tour está en el parte de guerra de Froome y en sus posibles consecuencias para la etapa de hoy, una versión de la París-Roubaix dentro del Tour, con paso por el siempre espectacular Bosque de Arenberg. El pavés, que siempre formó parte de la configuración del Tour en sus primeras etapas, se recibe ahora como algo impropio de una carrera moderna.

El pavés es precisamente una señal de identidad que acompaña a esta prueba centenaria desde su primera edición. Pero lo cierto es que la justicia del Tour siempre dictó sentencia por barrios: el pavés, los Alpes, los Pirineos, el Macizo Central, la contrarreloj final... En conjunto una oferta variada y tradicional que permitió mantener en vilo al apasionado seguidor de esta prueba ciclista durante sus tres semanas de vida. Cualquier insolvencia de un favorito en uno de esos escenarios no era trascendental pues tenía varios más donde resarcirse. Actualmente las tres cuartas partes del pelotón ya han llegado de Londres sin posibilidad alguna de terminar entre los veinte primeros. Veremos hoy quién de esos veinte desaparece entre las simas que separan los adoquines de la segunda París-Roubaix de la temporada. Y esto no ha hecho nada más que empezar.