--¿Cómo empezó a jugar?

--De crío jugaba en los Salesianos, que era mi colegio, salí de allí a los 14 años y jugaba en casa, en una era que teníamos en la torre. A los 16 años me pidieron los Salesianos que jugara otra vez porque necesitaban gente para División de Honor y entré. Me vio el señor Cubero y me llamó para el Zaragoza juvenil, allí estuve año y medio, luego en el Aragón y después nueve años en el primer equipo.

--¿Iba a La Romareda?

--Sí, desde niño. Y antes de estar La Romareda también porque aquello era una torre de mi abuelo y de mi padre, en el mismo campo de fútbol. De pequeño iba allí a jugar al fútbol hasta que un día me llevó mi padre y me dijo, vamos a regar que pronto ya no iremos más. Le pregunté, ¿y eso? Y me dijo, pues porque van a hacerle aquí un campo de fútbol al Zaragoza. Yo tendría seis o siete años. Qué me iba a imaginar yo que allí iba a estar el campo y menos aún que un día jugaría allí.

--¿Vio a los Magníficos?

--Incluso jugué con alguno de ellos, Irusquieta y Santos, y entrené en contra con alguno más los jueves. Me tocaba marcar a Marcelino, era muy majo y muy buen futbolista y nos quería mucho a los jóvenes.

--¿Cómo recuerda su paso al primer equipo?

--Yo hubiera pasado antes pero estuve en la mili y César, que era el entrenador, fue a hablar con el coronel para que me dejaran salir antes porque quería que jugara ya en el primer equipo. Pero esa misma semana lo fichó el Barcelona y se quedó todo en caldo de borrajas. Y luego a Planas y a mí, jugando en el Aragón, nos dijo Olsen chavales, no juguéis este jueves que tenéis que venir el fin de semana a Barcelona, porque había un montón de lesionados. Me dijo Olsen, ¿te atreves a marcar a Mendoza?, uno muy bueno que tenía el Barcelona, y le dije, hombre, claro. Nos tocaba jugar con el Aragón contra el Arenas en Torrero y a mí me dejaron la nariz totalmente rota y a Javier, la rodilla hinchadísima. Fuimos al club y nos dijo Olsen ¿y ustedes querían venir a Barcelona? ¡Pero si ya les dije que no jugaran! Pero nosotros lo que queríamos, con 18 años, era jugar. Tardamos un año más en subir al primer equipo.

--¿Cómo fue la formación de los Zaraguayos, la llegada de Arrúa?

--Cuando lo fichó el club todo el mundo decía que Arrúa era muy bueno y la verdad es que, además, se acopló enseguida. Y Diarte era un monstruo. La gente solo se acuerda de Arrúa, pero para mí Diarte era impresionante. Había un buen equipo.

--Fueron subcampeones al ganar al Barcelona de Cruyff en la última jornada.

--Allí nos robaron el partido, quedamos 2-2 pero les dimos un repaso que no se enteraron. En nuestro campo se fue Diarte, metió gol y se lo anularon. Nos pitaron un penalti en un salto que al del Barcelona ni lo tocaron. Le dijimos al árbitro que cuánto dinero le habían dado y no se atrevió a echarnos a ninguno. Le dijimos de todo porque sabíamos que era verdad. Vimos al presidente del Barcelona entrar en el vestuario al descanso. Y después vimos lo que pasó. Teníamos buen equipo, para plantar cara a cualquiera. Pero faltaba lo principal entonces y no pregunte qué que no lo voy a decir.

--En la final de Copa de 1976 también fue protagonista el árbitro...

--Teníamos dos jugadores expulsados muy importantes, Planas y Violeta, que si hubieran estado creo que podíamos haber hecho mucho más. Pero perdimos 1-0 y el árbitro nos fastidió, pero para qué vamos a hablar después de 40 años. Ya no tiene remedio. Pero fue una lástima.

--¿Le faltó un título a los Zaraguayos para redondear el ciclo?

--Sí, hubiera sido bonito. Pero así se quedó.

--En sus nueve temporadas en el primer equipo pasaron muchos entrenadores por Zaragoza.

--Tuve 15 o 20, muchos pasaron. Cada uno tiene sus cosas. Yo creo poco en los entrenadores porque los que meten goles son los jugadores. Para mí un entrenador tiene que tener mano izquierda y llevarse bien con todos los jugadores y tenerlos contentos. A un jugador en el campo, cuanto más le dices y más la chillas, más lo rompes. Yo tenía entrenadores que me silbaban y me indicaban y parecía que éramos ovejas y ellos el pastor. Hay que enseñar a los juveniles, a los infantiles, pero ¿a los profesionales? Cuanto menos les digas, mejor. Creo yo. Cuando dicen, el entrenador es muy bueno, Guardiola es el mejor del mundo... Que venga al Zaragoza a ver si lo hace campeón de España. Tiene los mejores jugadores del mundo. El Madrid, el Barcelona, tienen los mejores jugadores, así también los hago yo campeones. Para mí todos son iguales. Cuando hay equipo, el Zaragoza está arriba. Y cuando no, pues abajo. Mire lo que ha pasado aquí con Víctor. ¿Para qué lo quitan? Yo no lo quito, en vez de fichar otro entrenador me gasto ese dinero en otro jugador o en dos o en tres, en los que hagan falta para el equipo. Si no hay buenos jugadores no lo sube nadie.

--¿Había que tener mucha mano izquierda en el vestuario de los Zaraguayos?

--En un campo somos 25 y cada uno de una madre. Llevarnos a todos bien es muy difícil. Y hemos tenido entrenadores majos, Müller, Arsenio, eran muy buenas personas. Rial era un tipo majísimo, te mandaba y parecía que te lo pedía por favor. A mí me gustan tipo Del Bosque, Ancelotti. A esa gente siempre le irá bien.

--En aquel vestuario había gente de mucho carácter, algunos públicamente enfrentados como Arrúa y Jordao.

--Es que eran muy diferentes y no se podían llevar bien. Porque Arrúa podía ser todo lo que quieras pero era un jugador que lo daba todo por el club, honesto, trabajador, y el otro... Era interior izquierda y fuera de casa me decía, vete tú para arriba, digo no, vete tú que tú eres el que se lleva la tela. Era muy buen jugador pero no daba la cara, era miedoso. En Zaragoza un poquico, pero ibas a Bilbao que rascaban y él, atrás. Y yo lo tenía de compañero y le decía, que yo soy el lateral y tú el extremo... y quería que subiera yo. Jugaban los dos en punta y no se pasaban la pelota, ¿cómo íbamos a ganar? Fue una lástima porque Jordao era muy bueno también, pero cuando no había palos. Cuando se complicaba la cosa se borraba y jugábamos con uno menos. No se pueden comparar. O con Ocampos, que lo que quería era lío. Cuanto más lío había, mejor jugaba.

--Se dejó hasta los dientes.

--Y le han roto la ceja cuarenta veces... Y aún se metía más, la sangre lo encendía. Era un delantero centro formidable, valiente como no he visto otro. Con De Felipe y con Benito tenía cada una... Me hacía mucha gracia porque una vez vino De Felipe con el Espanyol y antes del partido salíamos a hablar con el otro equipo. Ellos se fueron aparte y De Felipe le decía, oye por favor, a ver si hoy no nos pegamos... No te preocupes, hoy nada. A la primera jugada ya se estaban dando de puñetazos (risas).

--Vivió dos descensos y otros tantos ascensos.

--El primero fue la decadencia de Los Magníficos y el otro el año de Arrúa y Jordao. Pero la temporada siguiente faltaban cuatro o cinco partidos y ya estábamos en Primera. Eso que dicen que es más difícil la Segunda que la Primera, pues no. Y si tienes buen equipo subes echando virutas.

--¿Qué defensa era?

--Malo (risas). Un jugador normalico, del montón.

--¿A quién le tocaba marcar?

--Antes se jugaba con extremos y ahora pienso, ¡qué fácil sería ser lateral, que solo hacen ir para arriba! El Barcelona tenía a Reixach, el Madrid a Amancio, el Atlético a Ufarte... Ahora nadie juega con extremos.

--¿Había mucha exigencia?

--Lo que noto ahora es que van perdiendo y la gente aún le aplaude al Zaragoza y nosotros íbamos ganando y nos chillaban. Estuvimos un montón de meses sin perder en casa, una barbaridad, y si íbamos 1-0 o 2-0 nos chillaban. Ahora es mejor, porque eso es mejor para el equipo. Me alegro de que se hayan dado cuenta ya. Antes tenías que ganar por cuatro o cinco a cero.

--¿Cómo eran los viajes?

--Los primeros viajes vas más chulo que para qué, y cuando llevas unos cuantos años te da pereza, como todo. Con Carriega cuando volvíamos del extranjero llegábamos, dejábamos las maletas y ya nos concentraba para el siguiente partido, casi no veías a la familia. Nos concentraba hasta después de los partidos.

--¿Para qué?

--Pregúntele a él... Yo creo que era para peor porque nos juntábamos en el hotel y bebíamos y fumábamos y en casa no lo hubiéramos hecho. Los hoteles son un aburrimiento... Y entonces no había ni móvil ni nada, te morías de aburrimiento.

--Tampoco habría vídeos del rival.

--Nada, con la pizarra te volvían loco. No hacíamos ni caso, ¿eso para qué vale? Te decían, tienes que ir para allí, y yo decía, claro y si el contrario va para allá qué hago, lo dejo solo o qué. Y el míster se callaba. Una vez con Arsenio fuimos creo que a Sabadell, nos sentamos y nos dice el extremo derecho es un fenómeno, el delantero centro, un fenómeno, ellos eran todos unos fenómenos. Y yo, que era el capitán, le dije, míster, pero ¿vamos a jugar contra el Sabadell o contra el Inter de Milán? Porque son tan fenómenos y están en Segunda...

--¿Cómo era Violeta?

--Un monstruo. Para mí el jugador que más rendimiento le ha dado al Zaragoza. Era un todoterreno, corría como dos. Tenía una fuerza bestial. Y además era muy buen jugador. Ninguno se puede comparar con él. Lapetra tenía más clase pero es que José Luis era un monstruo, todo el día subiendo y bajando. Iriondo me dijo una vez que no había visto en la vida un jugador como él. No se cansaba nunca, era un galgo.

--¿Ha seguido al equipo?

--No porque salí muy a disgusto por culpa de una persona. He sido siempre socio y me quité. El último partido que vi fue el debut de Raúl en La Romareda.

--¿Por qué salio mal, porque no quisieron renovarle?

--No no, si yo estaba harto de fútbol ya. Yo me quería ir. Había discutido con dos personas, les había dicho de todo. Arsenio me quería llevar cuando se fue. La verdad es que se portó como un señor Arsenio. Cuando llegó le habían hablado muy mal de mí y de Rubial y venía a por nosotros. Y yo lo cogí un día y le dije, quiero hablar con usted, le han hablado mal de mí, pero ya hablaremos dentro de cuatro meses. Y un día me dijo, Royito, que razón tenías, me han ofrecido renovar y no he querido, me voy de aquí, no puedo más.

--Con Rubial sí tuvo problemas.

--Sí, y Rubial se fue del club.

--Y empezó a jugar Pichi Alonso.

--Pichi era majo chaval y se veía enseguida que iba a ser buen futbolista. Porque futbolista se nace. Nada más que lo ves dices, este es bueno. Era muy listo.

--¿Con Víctor Muñoz se veía?

--Tenía una fuerza descomunal. Los miércoles te pegabas hora y media corriendo y acababas muerto. Y Víctor un día al acabar dice míster, ¿me puedo quedar un ratico más? Y entrabas, te duchabas, te dabas masaje, salías y aún estaba dando vueltas. Una fuerza descomunal. Al principio no era muy técnico, recuerdo que veinte minutos antes de empezar salíamos los dos al campo, nos poníamos a cincuenta metros y le decía, venga, pónmela aquí (se señala el pecho). Y no había forma. Y después cogió mucha técnica y se hizo muy bueno. Cuando se fue al Barcelona me llamó a mí a ver qué me parecía. Me dijo lo que cobraba aquí y lo que le iban a pagar allí y le dije, si no te vas, te mato. Yo me pude ir al Atlético, al Espanyol. No me fui ¿y cómo me lo agradecieron? Ni un detalle.

--¿No se cuida al de casa?

--Todos los de aquí han salido por la puerta de atrás. A los de fuera, hasta homenajes. Un día en la Ciudad Deportiva dice Carriega, vamos al bar que le vamos a entregar la insignia de oro y brillantes a García Castany. Y dije yo, ¿por qué? Pues porque lleva ya cien partidos con el Zaragoza. ¿Y yo, que llevo más? Y dice Rubial, y yo también. Que era solo una insignia, que no pasa nada, pero si no lo llegamos a decir no nos la dan. Y así con todo. Nunca se ha mirado al jugador de Zaragoza. Al de fuera, el doble de dinero, le han aplaudido, y a los de aquí, ni caso.