Brasil presume de tener las mejores telenovelas del mundo. La incansable factoría que nutre el star system local hastía con semanas de tibieza hasta que, en el último capítulo, la trama acelera de forma vertiginosa para regalar un final coloreado, adornado generosamente con pirotecnia. Es, exactamente, lo que está ocurriendo con Philippe Coutinho, el culebrón azulgrana del verano 2018.

El Liverpool, supuestamente, apurará hasta el último minuto (el mercado se cierra hoy para la Premier y mañana para la Liga) para consentir a regañadientes el traspaso más valioso de la historia del Barça, que ascenderá a los 150 millones de euros. Coutinho está agazapado con la Seleçao en Porto Alegre, angustiado por un desenlace incierto. Y en la tierra de Ronaldinho empieza a hacer de Neymar, al menos en lo que se refiere a monopolizar flases y objetivos.

La marca Barça aún es referente global, por mucho que el club poco o nada haya hecho este verano para preservarla. Y el interés azulgrana por un nuevo candidato a engrosar la estirpe brasileña de cracks ha zarandeado una concentración insípida de la canarinha. Con el pasaporte sellado para Rusia-2018, Tite, el técnico milagro de Brasil, se ha tomado los encuentros contra Ecuador, de esta próxima madrugada, y Colombia, el martes en Barranquilla, como oportunidades para realizar pruebas en su esquema y alineación.

Brasil ha tenido un efecto terapéutico y revigorizador para Coutinho, que llevaba dos semanas enojado y en rebeldía en Liverpool. A las primeras de cambio, la CBF, equidistante en el pulso Liverpool-Barça, ya informó de que el jugador no presentaba «ningún problema médico».

Y observando cómo se ha ejercitado, no hay que ser muy perspicaz para entender que las supuestas molestias lumbares que le impidieron participar de los cinco primeros encuentros oficiales del conjunto de Jürgen Klopp, en realidad, enmascaraba en plante del jugador brasileño.

Coutinho empezó la semana con semblante melancólico, confesándose con el ya azulgrana Paulinho, y refugiándose en el paternalismo condescendiente de Tite. El vestuario ha cerrado filas. «Todos los jugadores tienen un plan para su carrera y se tienen que respetar las decisiones que toman», dijo Alisson, intocable bajos palos.

Y Philippe fue recuperando sensaciones. «Algo ha pasado porque vuelve a estar risueño», se percató el catalán Jordi Bordalba, cámara de la TV Globo. Ha entrenado a tope. Sin embargo, no jugará contra Ecuador. Es una decisión política de la CBF, que no quiere líos, horas antes que se cierre el mercado europeo.

Con Brasil, para no entrometerse en el territorio de Neymar, Tite exilió a Cou en la punta derecha, donde ha firmado actuaciones portentosas. Su posición, esta vez, la ocupará Willian, del Chelsea. El martes en Barranquilla, volverá al 11 de gala. Por entonces, ya conocerá cuál será su equipo hasta el Mundial-2018.

Coutinho pasará con los suyos el desenlace de su futuro. Su esposa Aine, con su hija María, se desplazarán hoy hasta a Porto Alegre, así como su padre, José Carlos, su madre, Esmeraldina y sus dos hermanos (fundamentales en su desarrollo personal y profesional), Leandro y Cristian. Todos ellos estuvieron en Liverpool cuando Philippe pidió el transfer request y le plantó cara a Klopp.

Rehuyendo de cualquier exposición mediática que exacerbe a los ejecutivos de Fenway Sports Group, el conglomerado yankee que controla el Liverpool, los Coutinho compartirán recluidos la angustia del término de unas negociaciones complejas, donde nadie puede descartar algún sobresalto final.