Las vacaciones le afilaron el cuerpo y le suavizaron el gesto, como si el impacto último del Numancia le hubiera curtido la personalidad. Jorge Pombo llegó a la pretemporada distinto, con una expresión más tranquila y una actitud propia de un veterano. La madurez no le llegó de repente. Tuvo que lidiar la pasada temporada con Natxo González, un técnico que le consideró titular en la pretemporada, pero que le mandó bien pronto a la grada en la Liga. Pareció por un momento que Pombo se iba otra vez, que le perdía esa cabeza a la que tantas veces han hecho referencia sus entrenadores en la Ciudad Deportiva, adonde siempre le mantuvo agarrado el talento.

Pombo superó una bronca interna y un episodio de baile para aprender a poner coto a su anarquía y guardar los dientes de sable, los colmillos de ese enorme tigre que lleva tatuado en el pecho que venía a resumir su carácter indómito. La serenidad le dio premio: participó en 22 de las últimas 23 jornadas de Liga, con ese fútbol indiscutible que se echó en falta el último día en La Romareda. Quizá este último periodo le dio la seguridad que no tenía. «Es mi tercer año en el primer equipo y me siento veterano, sí», admitió en la pretemporada, cuando tomó galones casi de capitán ante las numerosas ausencias por lesión. Hoy es el faro del ataque, un futbolista en el que se puede confiar, mucho más sobrio y regular, puesto al servicio del equipo con palabras y hechos. ¿Cuál es su reto personal?, le preguntaron ayer. No dudó: «El primero es ascender».

Pombo no habla de goles o asistencias, sino del destino único. «Creemos que este puede ser el año. Nunca desistimos del objetivo, es lo que todo el mundo quiere, aunque primero hay que ponerse metas a corto plazo, ir poco a poco». Luego llegarán los goles que le ha pedido Idiakez, que desde el primer día le dejó claro que lo quería cerca del área rival. «Siempre trato de hacer goles. La verdad es que no es uno de mis fuertes, pero si el míster te pide eso, hay que dárselo. A todo el mundo le gusta marcar goles, así que trataré de hacerlo», explica el zaragozano, feliz con un técnico al que se le ha visto mimándolo en varios momentos de la pretemporada. Pombo ya no es aquel joven canterano, sino una pieza fundamental.

«Es un buen entrenador, muy cercano. Sabe lo que quiere de cada uno y te lo explica muy claro. Vamos conociéndonos poco a poco. Él lo que pretende es que seamos una familia, además de un equipo», cuenta Pombo, que se ha movido en dos lugares con Idiakez, tanto en la delantera como en el vértice alto del rombo. «En las dos posiciones me encuentro muy bien. De lo que se trata es de ayudar, de mejorar cada partido. Pero tanto en la punta como en la mediapunta me encuentro muy bien».

La opinión sobre el nuevo entrenador es general en la plantilla, que ha acogido con agrado las formas de Idiakez, bien distintas a las del técnico anterior. Sí se parece, no obstante, en cuanto a las ideas estructurales de su equipo. «Somos bastantes jugadores del año pasado y conocemos bien el 4-4-2 en rombo, que es lo que ha ido poniendo el míster durante la pretemporada. Se nos está viendo cómodos, nos conocemos, tenemos muchos conceptos del año pasado... Luego el míster pone pinceladas propias».

Algunos trazos del técnico en la pretemporada han dejado sorpresas tan agradables como la de Alberto Soro, convertido en la figura más llamativa del verano zaragocista. Quizá haya sido Pombo el futbolista más completo en los bolos estivales, pero el talento novedoso del jugador recién salido del juvenil ha desbordado a todos. Desde el club piden cautela, advierten de que los jugadores deben llegar arriba cuando estén listos. ¿Está preparado? «Yo sí lo veo preparado. Ha demostrado lo buen jugador que es», afirma el tigre sin envidia. «Como canterano, estoy orgulloso de que salga gente del filial. Ya se le ha visto que ha sido uno de los goleadores de la pretemporada».

Pombo pide algo de tiempo para Marc Gual, su último compañero de ataque, porque «no es fácil llegar y jugar de titular en La Romareda», pero le ve adaptándose rápido a la exigencia del escudo y su afición, que anda escalando cifras en cuanto a abonados, ya en el cielo de la fidelidad. «Son muchísimos, pero estamos seguros de que aún va a haber más en La Romareda. Son muy fieles y van a estar siempre a nuestro lado», dice sin dudar Pombo, que entiende la responsabilidad como un estímulo pero advierte de que el debut del sábado viene «con un partido engañoso en el que vendrán con muchas ganas. La Romareda para ellos será un aliciente, aunque nosotros solo tenemos que pensar en ganar».

No hay miedo a las expectivas del zaragocismo, más bien lo contrario: «Vengan los que vengan tenemos mucha responsabilidad. Pero no es una presión, tiene que ser un aliciente para ser conscientes de la cantidad de gente que tenemos detrás y ser más fuertes en casa», termina Jorge Pombo con seguridad, la que le ha dado el tiempo, el poso, la confianza, el talento de la experiencia y algunos golazos como el del pasado sábado frente al Levante que avalan su teoría de que este puede ser el año del tigre, el año de Pombo.