Repitió ayer Paco Herrera que le bastaba con un central, que se lo trajeron y conforme, que no está para pedir más. Diríase que no atendiendo a los criterios crematísticos de Agapito, aunque el Zaragoza ande un tanto inane en ataque. Ahí arriba pierde el aura de equipo campeón. De Segunda, pero campeón. La pinta fue la mejor desde que comenzó la última condena, con esa idea que maduró durante la pretemporada en partidos como el del Athletic que anunció lo que luego no fue. O mejor, lo que no ha sido. Aún puede ser, en verdad.

Por detrás se va armando, incluso en la zona ancha, olvidado ya aquel insultante trivote defensivo con el que llegó a jugar en casa. La armonía de Acevedo ha encontrado concomitancia en Barkero y Luis García, de aspecto percherón pero talento suficiente. Así que, por fin, domina los partidos como la gente le exigía y agradece. No es mala la obligación, ni la demanda correspondida. Por mucho que se empeñen, la afición no puede ser responsable de los resultados como le han reprochado antes. Ayer empujó desde el principio y no hubo gol. La culpa, como cuando pitan, solo la pueden tener los que alteran el partido.

A todo esto, se piensa que falta un delantero, que se entendió que era Henríquez, extraviado desde que el entrenador decidió escarmentarlo en el banquillo. Un toque de atención era. Lo ha devorado esa ausencia a la que sumó una enfermedad en la que se dejó una mano de kilos. La impresión que dejó ayer fue la de un futbolista desesperado, aturdido por la aparición de un Roger al que los partidos se le hacen otros cuando le roban los espacios. No es un delantero principal y lo paga. Es decir, no es un ariete de 25 goles, es otra cosa, vivaracho en la longitud pero atolondrado cuando le estrechan el paisaje. Lo nota él y lo echa en falta el Zaragoza, que ayer puso centros variados y todos acabaron en fracaso, incluso muchos sin remate.

En fin, que faltaba un atacante antes, se sabía, y ahora se podría pensar que un killer pondría el ascenso a tiro. Ewerthon fue el capo en el último ascenso con casi 30 dianas, aunque al Zaragoza se le acomodaría mejor un Yordigol, un delantero grande, rematador, de área pequeña, de 30 minutos, de gol. El gaditano estuvo en el penúltimo ascenso y su imagen evoca esas remontadas raciales de los últimos minutos, con esas dianas que dan triunfos, títulos, ascensos.

Vendría que ni pintado un torpedero así ahora que vuelve el cierzo para barrer de La Romareda durante unos meses el hedor del Zaragoza corrompido de Agapito. Si el equipo está por poner fútbol, la gente lo empujará hacia el lugar merecido, al menos mientras repita las intenciones últimas. Otra cosa es que no dejen de expresar su repulsa hacia el soriano por demoler la casa de los zaragocistas. Por ahí, con delantero o sin él, no habrá perdón.