No se puede olvidar que era el primer amistoso, que enfrente estaba un rival de enjundia, sin sus mejores jugadores, eso sí, y con mayor kilometraje de trabajo acumulado. A pesar de todo eso, el Zaragoza, en el que Víctor mezcló veteranía y juventud y cambió todo el once tras el descanso, sacó un empate sin goles y dio la cara, que no es poco a estas alturas, pero tampoco dejó demasiadas luces como para soñar con grandes gestas. Al técnico le queda tiempo para entrar más a fondo en su laboratorio, a la espera de las deseadas incorporaciones, ya que este primer sorbo de fútbol fue aburrido y sin demasiadas conclusiones.

Nyon vivió un amistoso atípico, con demasiada dureza --ocho tarjetas-- y con mayor dominio del Olympique, que cogió el timón desde el principio. Mucho más rodado que el conjunto de Víctor y a pesar de no contar con jugadores como Drogba Pedretti, Barthez, Vachousek o Christanval, el conjunto galo tuvo más el balón, aunque ésta no es la faceta en la que destaca, ya que su técnico, José Anigó, sigue abonado a la defensa con tres centrales y al juego a la contra que hizo al Marsella subcampeón de la UEFA. El Zaragoza arrancó con problemas, Camacho y Generelo no se hacían con el centro del campo, dominado por Nasri, mientras que Cheyrou y, sobre todo, Bamogo daban muchos quebraderos de cabeza a la zaga zaragocista, más débil por el flanco de Ponzio.

POCAS OCASIONES Un remate desviado y un gol anulado fueron las acciones --ambas protagonizadas por Bamogo--, más peligrosas en el arranque. Sin embargo, con el paso de los minutos el Zaragoza se entonó. Recuperada la solvencia defensiva y el juego de ataque, con Villa activo pero inoperante, se apoyó en los destellos de Lafita y en García Granero. En una buena jugada por la banda izquierda de éste que rechazó N´Diaye al larguero y en un remate de cabeza desviado de Alvaro tras un córner estuvieron las mejores ocasiones de los de Víctor en la primera parte.

Con un once zaragocista totalmente renovado, la segunda mantuvo los mismos derroteros. Un Olympique más asentado, con mejores ocasiones, y el Zaragoza aguantando bien las embestidas del rival. El equipo galo aprovechó la banda de Aranzabal para crear el peligro, pero Bamogo siguió tan activo como desacertado. Zaparaín también contribuyó a ese peligro con dos dudas en sendas salidas, pero el marcador se mantuvo parado.

La consistencia de Zapater, la movilidad de Galletti y la solvencia de Milito en defensa fueron los mejores argumentos, mientras que Cani anduvo desquiciado por la dureza del equipo francés. Drulic, que demostró tanta movilidad como poco acierto, tuvo la mejor ocasión del Zaragoza en todo el partido, pero su remate lo rechazó un defensa. Con todo, el equipo aragonés acabó el partido mejor que su rival, lo que es más que meritorio, y sin caer derrotado en una prueba exigente por la calidad del rival.