Maria Sharapova ha empezado a comprobar y sufrir el agobio que producen los focos. La jovencísima rusa es el centro de casi todas las miradas en el Abierto de Estados Unidos, el primer Grand Slam que disputa tras su coronación en Wimbledon. Y su primer partido el martes, un enfrentamiento en la pista del Arthur Ashe con la estadounidense Laura Granville, le demostró que no puede permitirse ni un momento de relajación. Acabó ganándolo, pero para hacerlo necesitó tres sets (6-3, 5-7, 7-5). Y ahora ya se enfrenta a los comentarios que destacan los estrenos superiores de las otras favoritas.

A los 17 años, Sharapova no sólo debe mostrar su capacidad en la pista. En un tenis femenino que adora las estrellas la niña bonita del circuito hoy es la rusa (una de las 15 en el cuadro, 10 de ellas cabezas de serie). Los fans prefieren su atractivo a las excentridades indumentarias de Serena Williams (que ha vuelto a hacer de las suyas paseándose sobre la pista con unas botas al más puro estilo gladiador). Y ese poder no necesita más explicación que decir que su partido contra Granville fue elegido como plato fuerte de la cadena USA Network, que lo retransmitió en horario de máxima audiencia.

"Ha sido un partido muy duro, he tenido que pelearlo hasta el final y en un momento he perdido la concentración", admitía Sharapova, séptima cabeza de serie. Gritos de autoimpulso más altos que de costumbre y unas estadísticas con ocho dobles faltas y 44 errores no forzados confirmaban lo duro del reto.

APUROS PARA FERRERO Sharapova pasó el mismo tipo de apuros que el martes agobiaron a Juan Carlos Ferrero. El tenista español --también séptimo cabeza de serie-- necesitó casi cinco horas para imponerse a Tomas Zib, un checo que no lograba clasificarse para el Abierto desde 1999. El marcador 4-6, 7-5, 7-6 (8-6), 6-7 (4-7) y 6-3 habla horrores de las dificultades que pasó el español, que cometió 67 errores no forzados y que ahora debe enfrentarse al austriaco Stefan Koubek.