Hubo un Fernández al principio de temporada, inseguro, desconcertante en el lateral derecho y al que Cortés le terminó quitando el puesto, y otro Fernández muy diferente el domingo contra el Hércules, más fiable que aquel del inicio y dejando tras de sí una actuación de futbolista aprovechable cuando sea llamado a filas. Sin algarabías, pero el partido del cordobés fue el perfecto botón de muestra de cómo influyen las dinámicas colectivas en el correcto encaje de las piezas individuales que entran y salen de un equipo. Para mal cuando la trayectoria es negativa y para bien cuando la situación es justo la inversa.

Ahora mismo el Zaragoza va de crecida, juega con determinación y confianza en lo que hace. En esa buena disposición, el grupo admite mejor cualquier cambio. Todo se ensambla con más sencillez. Fernández es la última muestra.