El Macizo Central es un territorio comanche. No sabes nunca si se organizará una batalla de mil demonios o simplemente los favoritos volverán a resguardarse en la clandestinidad del pelotón para dejar que una escapada alcance una minutada de escándalo. Así de inciertos son estos montes que regresan este jueves al escenario del Tour tras una etapa por estos territorios desperdiciada la semana pasada.

Ni Pirineos, ni Alpes, la 13 etapa del Tour es la que más desnivel acumulado reúne, con un total de 4.000 metros positivos, aunque por el camino, en los siete puertos del día y con la previsión de cinco horas sobre la bicicleta, no aparezca la alta montaña, ni siquiera en el Puy Mary, inédito como final, no como cima de paso, y con rampas que alcanzan el 15% de porcentaje.

Pero siempre cuando el Tour acude a la habitual cita del Macizo Central se recuerda una de las grandes etapas de los últimos 25 años, la que puso a Miguel Induráin contra las cuerdas el 14 de julio de 1995, con Laurent Jalabert y el conjunto ONCE como protagonistas de la ofensiva.

UN MAL DÍA

Tan mal lo pasó Induráin que hasta hubo preocupación en España. Los vendedores del cupón temían que si uno de sus corredores desbancaba al gran ídolo las ventas se resintieran. La sangre, por fortuna, no llegó al río porque al final Induráin, con la ayuda de buena parte del pelotón, rebajó una diferencia que a punto estuvo de vestir a Jalabert de amarillo, para mayor desespero de Manolo Saiz, que era su director deportivo.

Jalabert estaba en una fuga de seis ciclistas con otros dos compañeros, Melcior Mauri y Neil Stephens. La etapa llegaba al aeródromo de Mende y el ciclista del ONCE, hoy comentarista del Tour con la televisión francesa, no hacía otra cosa que sumar y sumar minutos. Al final ganó la etapa con 5.41 minutos de diferencia sobre Induráin, que llegó a París de amarillo por quinta y última ocasión. Jalabert, en cambio, se tuvo que conformar con la cuarta plaza.