Es de suponer que en el vestuario zaragocista existe plena consciencia de la gravedad de la situación. Se sobreentiende que todo el mundo sabe dónde y cómo está el Real Zaragoza, un equipo histórico de la Liga española, representante de la quinta ciudad más grande del país. El Zaragoza fue grande. Muy grande. Lo sigue siendo. Porque así lo pregonan sus vitrinas y un palmarés con una Recopa de Europa, una Copa de Ferias, una Supercopa de España y seis Copas, lo que le convierten en el sexto equipo con más entorchados coperos en el panorama nacional. Todo aquello es pasado, sí, pero tamaña colección de títulos encumbran al Real Zaragoza y al zaragocismo, aunque ambos atraviesan ahora por uno de los momentos más delicados de su historia. No puede ser de otro modo tras seis años consecutivos en Segunda Divisíón, una deuda superior a los 80 millones de euros y en pleno concurso de acreedores.

Al Zaragoza le honra su historia, pero sobre todo, su gente. A ella se debe un equipo privilegiado por contar con la mayor masa social de toda la categoría a la que ni siquiera los continuos sofocones le apartan de uno de sus seres más queridos. El Zaragoza está enfermo pero siempre hay presencia a los pies de la cama y alguien cogiéndole la mano. Más de 27.000 almas acompañan al conjunto aragonés en una temporada que prometía acabar en el cielo pero que ya se ha convertido en un infierno. Porque el Zaragoza camina errático al borde del abismo, al que caerá, con seguridad, si vuelve a perder esta noche ante el Cádiz. Un desastre. Aunque, en realidad, hace tiempo que todo se ha precipitado al vacío. Casi tanto como el que ha pasado desde la única vez que el Zaragoza fue capaz de ganar en casa. Fue en agosto. Cuando aún hacía calor y con media ciudad aún de vacaciones. Ganó entonces el equipo blanquillo al recién ascendido Rayo Majadahonda y todo estaba en su sitio. Desde entonces, y han pasado tres casi tres meses y medio, no ha habido más victorias en casa, apenas se han sumado cuatro puntos producto de otros tantos empates, ha caído un entrenador y los pañuelos, las protestas y las disculpas han sido la nota predominante en casi cada encuentro disputado en La Romareda. Una ruina.

LA RACHA // Por eso, el calvario debe acabar aquí y ahora. Aunque el Cádiz no parezca el rival más idóneo para ello. Llegan los andaluces en plena efervescencia como consecuencia de cinco victorias consecutivas que le han aupado a las puertas del playoff cuando hace poco más de un mes estaba en descenso. Justo entonces apareció por Zaragoza para enfrentarse a los aragoneses en eliminatoria copera. Venció (0-1) el Cádiz y, desde entonces, no ha dejado de crecer y creer. Para que luego digan que la Copa no sirve para nada. Mentira. Que le pregunten a Álvaro Cervera, que la última vez que pasó por Aragón tenía la cabeza pendiendo de un hilo y hoy aprecerá por La Romareda hecho un figurín. Mucho más pincho que un Zaragoza que pareció recobrar aquella imagen de no hace mucho con una victoria en Tarragona y la remontada a medias ante el Mallorca. Pero el Alcorcón, sorprendente y merecido líder, devolvió a los aragoneses a las andadas.

Parece probable que Alcaraz continúe con los tres centrales aunque menos claro está saber quiénes ocuparán esos puestos. Delmás, Perone y Muñoz lo hicieron en Alcorcón aunque Verdasca podría recuperar su sitio. Solo Benito parece contar con un lugar fijo como carrilero derecho y Aguirre y Nieto, ausente Lasure por lesión, se disputan el otro. Eso si no hay vuelta al rombo, una opción nada descartable a tenor del principal peligro del Cádiz: sus bandas, lo que podría abocar a Alcaraz a buscar la ayuda de los interiores a los laterales. Si no hay variación, en el centro del campo jugarán Eguaras y James y el tercero en discordia podría ser Biel, Zapater, Ros o Guti, que vuelve a una convocatoria seis meses después. Pombo y Álvaro repetirán titularidad arriba, con Gual a la espera.

La que no puede aguardar más es La Romareda. Todo debe acabar aquí y ahora. Y empezar de nuevo. Hay mucho en juego. Demasiado. Se acabó lo que se daba. Ganar. Ya. De una vez.