En la carretera mal iluminada que aleja al visitante del aeropuerto y le adentra en la ciudad de Yeda, unos carteles con las imágenes sonrientes del rey Salmán bin Abdulaziz y del príncipe heredero Mohamed bin Salmán anuncian que Arabia Saudí se encuentra en un periodo de transformación.

El cartel luminoso habla del programa Vision 2030, que se explica como una nueva fase de desarrollo del país para crear una sociedad vibrante en la que todos los ciudadanos puedan cumplir sus sueños, esperanzas y ambiciones dentro de una economía pujante, se dice pomposamente. Mientras, por detrás, por la calle, las mujeres caminan cubiertas al completo por esa prenda negra llamada abaya y que de alguna manera contrasta con el alegre mensaje oficial.

Este plan de reestructuración de la economía saudí para hacerla menos dependiente de las rentas del petróleo se sustenta en nueve programas, el primero de los cuales hace hincapié en el deporte. Gracias a los dólares que le reporta el oro negro, el reino del desierto se ha lanzado a captar la mayor cantidad de eventos deportivos internacionales que pueda. Y con dinero en abundancia, es evidente que se consigue casi todo.

Se consigue importar el Dakar, la Supercopa de España e Italia, un torneo internacional de tenis, de golf, de snooker o de carreras de caballos, todo estupendamente remunerado. Se puede acoger un combate de los pesos pesados de boxeo, carreras del Mundial de Fórmula E (competición de coches eléctricos que dirige Alejandro Agag) y se puede aspirar a albergar un Gran Premio de Fórmula 1 en el 2021. En ello están.

MUESTRAS DE APERTURISMO

MBS, que así se conoce al príncipe bin Salmán, el hombre de 34 años que lleva el timón del reino saudí desde el 2017 con un puño férreo por un lado y una mano abierta por otro, es el impulsor de Vision 2030. Oficialmente quiere construir una industria del deporte, como Qatar y Emiratos Árabes, y fomentar las opciones de consumo interno para una sociedad cuyos dos tercios es menor de 30 años. Que se diviertan un poco y que gasten. Por eso también ha permitido la apertura de cines, prohibidos hasta hace nada, y la celebración de festivales de música en los que han actuado desde Enrique Iglesias a Black Eyed Peas pasando por estrellas del hip hop como Chris Brown o del tecno como Tiga. Con éxito de audiencia, cabe decir.

Las organizaciones de derechos humanos, no obstante, han ido saliendo en tromba cada vez que se anuncia un evento deportivo en tierra sagrada y critican el lavado de imagen que la monarquía absoluta persigue con la complicidad de organizaciones y dirigentes occidentales. Blanqueo deportivo, lo califican extendidamente.

El oscuro régimen de Riad no lo tiene fácil para resarcirse ante la opinión pública internacional con conciencia. Su reputación ha caído a las zonas más tenebrosas por el cruento bombardeo sobre el vecino Yemen y el descuartizamiento del columnista del 'Washington Post', Jamal Kashoggi, cuyo opaco juicio, saldado con cinco condenados a muerte, olió más a farsa que a justicia, a decir de las asociaciones vigilantes.

REPUNTE DE LA PENA DE MUERTE

El asesinato del periodista comportó que salieran a la luz de forma descarnada aquello que los Gobiernos en general prefieren ignorar por los suculentos negocios que llevan a cabo con Riad: el calamitoso historial de derechos humanos del régimen, la represión inmisericorde de la disidencia, las torturas a los encarcelados, la intimidación sexual a las activistas, la ausencia de libertad de prensa También la aplicación generosa de la pena de muerte.

En el 2019 se contabilizaron 187 ejecutados, un claro repunte que acerca a cifras de 1995, cuando cayeron bajo la espada 195 reos. No se preocupen, aquí no les van a robar; todo el mundo sabe que el ladrón se arriesga a que le corten la mano, explicó con naturalidad un guía camino del hotel.

Todos esos datos se arrojan a los dirigentes, como a la empresa francesa ASO que organiza el Dakar, o a Luis Rubiales, el presidente de la Federación que ha traído la artificiosa Supercopa española a Yeda. Pero las ofertas de Arabia resultan irrechazables, así que el discurso apela al deporte como herramienta de transformación y a la conveniencia de acercarse en lugar de aislar para ayudar en la modernización social. El Dakar, en concreto, resulta particularmente estratégico para Riad. Proporciona bellas postales de toda la península arábiga con las que arrastrar a potenciales visitantes. Otra fuente buscada de ingresos. Desde septiembre el país concede visados turísticos.

PRESUPUESTO ELEVADO

El príncipe Abdulaziz bin Turki al-Faisal, miembro de 36 años de la nutrida realeza que dirige la llamada Autoridad Deportiva General, defendió el proceso de cambio que ha emprendido su país a la vez que combatía los desprecios occidentales. Siempre se nos criticaba de que no nos abríamos al mundo, que no hacíamos nada, que no aceptábamos a los turistas. Ahora que lo hacemos, resulta que es blanqueo deportivo, declaró recientemente a la agencia AP.

Esta diplomacia del deporte viene con un presupuesto holgado. Unos 600 millones de euros, se estima, tanto para desarrollar atletas y clubs locales como para seducir a los acontecimientos del deporte más rutilantes. No todos se han dejado convencer por el dinero. Algunos deportistas, incómodos, han preferido obviar las tentaciones. Uno es Tiger Woods, pese a que le extendían un cheque de tres millones de dólares por participar en un torneo de PGA.

No me apetece, dijo el golfista estadounidense, aunque defendió luego a Phil Mickelson, que recibió duras críticas en redes sociales, y él se revolvió a través de un comunicado, por no seguir el ejemplo de Tiger. También rechazó el viaje el irlandés Rory McIlroy, número dos del circuito, al que le ofrecían 2,5 millones. Este admitió problemas de conciencia. Djokovic y Nadal, en el caso del tenis, debían disputar una exhibición a finales del año pasado, pero a última hora el mallorquín adujo una misteriosa lesión para no ir.

En esta sociedad de lentos cambios, que va ajustándose a los nuevos límites, con algunas rendijas abiertas a las mujeres, como la asistencia a los estadios de fútbol, el deporte se ha convertido en tal punta de lanza que Al Fasil no descartó que en un futuro próximo Arabia Saudí se proponga albergar un Mundial o unos Juegos Olímpicos. Viendo de la forma que Qatar logró el favor de la FIFA para la cita futbolística del 2022, ¿quién se puede atrever a descartar semejante candidatura?