Paco Mancebo comía en el interior de la caravana del Illes Balears. A su lado, se encontraba aparcado el autocar que ayer condujo de Barcelona al Plateau de Beille a un par de decenas de periodistas mallorquines. Nunca habían visto el Tour de Francia. Ni conocían sus embotellamientos, ni que tanta gente pudiera reunirse en un puerto para animar el paso de los ciclistas. Alucinaban. Casi tanto como Mancebo, quien, tras reponer fuerzas, salió al exterior para atender al reclamo de informadores: micrófonos, cámaras de televisión, cámaras de fotos, bolígrafos. Se sentía feliz, contento. Y eso que al abulense le cuesta expresarse en público. A diferencia de su paisano, el tristemente fallecido José María Chava Jiménez, él nunca ha sido hombre de muchas palabras.

Pero, ayer, como posiblemente en lo que queda de Tour, Mancebo será el único protagonista español, empeñado en acompañar a Armstrong en el podio de París. Por esta razón, ayer, su director, Eusebio Unzué, le mandó atacar en los kilómetros finales del puerto de Agn¨s, un primera durísimo, allí donde Iban Mayo estuvo a punto de apearse de la ronda francesa. "¡Ataca, Paco, venga!", le chilló Eusebio Unzué.

La razón del ataque

Mancebo no dudó en obedecer las órdenes de su director. Y al momento ya se había plantado a una veintena de metros de Armstrong. ¿Fue una locura? "No. Todo lo contrario. Le ordené atacar porque sé que ascendía sin problemas. Quise tratar de que alguien le siguiera para mover un poco la carrera". Pero nadie se atrevió a molestar, a incordiar un poco la marcha frenética del Big Blue de Lance Armstrong.

Mancebo no aguantó al estadounidense, ni tampoco al italiano Ivan Basso. "Iban mejor que yo", admitió. Por eso, se mantuvo en la distancia peleando por tratar de distanciar al alemán Andreas Klöden, su peor enemigo, por el momento en la lucha por el podio, en una jornada que también estuvo marcada por los abandonos de Haimar Zubeldia y Denis Menchov.