España también es un país de acogida para deportistas, sobre todo en especialidades olímpicas como el atletismo. El sistema de becas, aunque sea recortado, la calidad de los técnicos, entrenadores e instalaciones en nuestro país resultan tan atractivos para los deportistas sin recursos como la perspectiva de obtener un pasaporte europeo, con el valor añadido que esto conlleva. La época dorada en la nacionalización de deportistas en España coincidió con el mandato del socialista Jaime Lissavetzky al frente del CSD. El gobierno conservador tampoco se quedó corto, con 11 atletas un año antes de los Juegos de Río 2016, el récord de nacionalizaciones en una temporada.

En los Europeos de Zúrich 2014, 14 de los 73 atletas seleccionados eran de origen no español, una cifra récord hasta ahora. En Berlín son nueve, seis hombres (Orlando Ortega, Yidiel Contreras, Adel Mechaal, Jean Marie Okutu, Lois Maikel Martínez y Patrick Chinedu Ike) y tres mujeres (Júlia Takács, Juliet Itoya y Trihas Gebre). Algunos, como Ortega o Takács, con opciones de medalla, cumplida ya en el caso de la marchadora nacida en Budapest, con su magnífico bronce en los 50 kilómetros. El último ha sido Patrick Chinedu Ike, de origen nigeriano.

La nacionalización de atletas cubanos es ya un clásico en el atletismo español desde Niurka Montalvo. Su éxito por un centímetro en el Mundial de Sevilla-99 y el bronce olímpico de Joan Lino en los Juegos de Atenas cinco años después despejaron el camino, entre otros, del vallista nacido en La Habana Orlando Ortega, para sentirse español.

Sin embargo, las incorporaciones a la selección de los atletas de origen africano, mayoritariamente magrebís, no han estado a la altura de las expectativas y en ocasiones han resultado frustrantes. España ganó el Europeo de cross en el 2015 con todos los atletas nacionalizados, excepto Roberto Alaiz, que no puntuó. Ayad Landassem, Adel Mechaal, Alemayehu Bezabeh e Ilias Fifa dieron el título a su país de adopción, abriendo lo que parecía una nueva época de mestizaje en el fondo español. La implicación de Bezabeh (que ahora vive en Etiopía) en la operación Galgo y la sanción a Fifa por dopaje con EPO resultaron devastadoras para la imagen de este colectivo.

España no es el único país europeo en nacionalizar por decreto. El mestizaje es muy evidente en selecciones como la de Gran Bretaña y Francia. El británico y somalí de origen Mohamed Farah es quizás el mejor ejemplo de integración, sin duda gracias a su brillante hoja de servicios. Los países europeos tiran de sus excolonias para reforzar equipos. La mayoría nacionalizan por la vía rápida. También abundan los matrimonios entre técnicos europeos y atletas. En algún caso con tintes surrealistas. Como el matrimonio de conveniencia entre un joven atleta cubano y una octogenaria española a cambio de una dentadura postiza. Pero nada parece tan descarado como lo que sucede en el seleccionado de Turquía. De los ocho corredores de origen keniano que compiten en Berlín, seis son turcos.