Ante la primera ausencia de Griezmann en Liga, sancionado, Simeone dispuso a Vitolo y Correa en la zona de tres cuartos, por detrás de un laborioso Morata, que, con su juego de espaldas, fue lo más productivo del Atlético de ataque en unos primeros minutos que no fueron más que un espejismo. El partido se disipó entre batallas y fricciones, casi sin ocasiones claras y sin ningún acierto, hasta que al final, en un chispazo, el Atlético marcó un gol a la contra y se llevó los tres puntos de Ipurua y aplaza, unos días, el alirón del Barça.

El Eibar, que nunca juega a medias tintas, sufrió cada vez que el Atlético superó su presión, una situación más recurrente que las intervenciones de Oblak. Correa no supo resolver la primera gran ocasión rojiblanca, blando y poco resolutivo en un franco mano a mano con Dmitrovic, el propio Morata, blando y lento, se dejó levantar la tostada solo ante el portero rival.

Consistencia sin ocasiones

La consistencia del Atlético volvió a ser tan eficiente y natural como en las mejores épocas, Oblak apenas tuvo que aparecer, con una línea defensiva impenetrable por delante.

Cada uno a su manera, los dos equipos empezaron el segundo tiempo creando peligro, el Eibar a balón parado y el Atlético con otra transición guiada por Vitolo. Pero entre la intrascendencia del final de temporada, el partido transitó sin más llegadas ni ocasiones, con más interés de los locales, pero con la producción justa de peligro.

El partido se igualó en el centro del campo, con alternativas en el dominio territorial y con las llegadas al área acotadas a jugadas excepcionales. El Eibar tuvo que posponer el bombardeo de centros al área rival, intensificado al final, pero entonces apareció Koke, tras varios toques de cabeza en el centro del campo, para bajar el balón al césped y fabricar un pase que remató Lemar a placer en el segundo palo.