Diego Celma y Alberto Bescós son amigos desde la niñez. Celma es un apasionado de la montaña y ha realizado actividades de cierto empaque en los Andes, la India y el Himalaya. Diego pertenece al Club Zalagarda de Caspe y Bescós se ha hecho socio hace pocos meses del Club de Montaña Pirineos. Este último es de Gurrea de Gállego y en los últimos años se ha convertido en un apasionado del senderismo.

Desde hace dos años Celma y Bescós se han puesto las pilas realizando actividad montañera continuada en las cumbres más importantes del Pirineo. Estuvieron en la Collarada, el Monte Perdido, el Aspe, el Taillón, la Rinconada de Anayet, Peña Telera y subieron el Moncayo de noche. El objetivo no era otro que coger experiencia y un buena forma física de cara a intentar afrontar el Toubkal, la cima más alta del norte de África con sus 4.167 metros de altitud. El 8 de marzo cumplieron su sueño llegando al techo del Atlas.

El reto cumplido tiene su mérito puesto que Alberto Bescós sufre un linfedema. "La persona que lo sufre tiene problemas en sus vías linfáticas y yo lo tengo de nacimiento. Carezco de ganglios linfáticos en ambas piernas y se me hinchan. Uno de los remedios son los cuidados en la alimentación, la actividad deportiva y colocarte una media compresiva para evitar que ese linfedema crezca". Cuando mejor se encuentra es cuando está más activo. "Cuanto más deporte hago y estoy mas en movimiento, tengo mejores sensaciones".

Cimas desérticas

Las montañas del Atlas poco tienen que ver con sus queridos Pirineos. Son cumbres y laderas resecas por el viento y el calor. Apenas hay bosques en las partes altas y los montañeros tuvieron unas temperaturas más benignas que en el Pirineo para llevar a cabo su proyecto. "El Toubkal es la montaña más alta del norte de África con sus 4.167 metros de altura. Lo queríamos subir nevado por darle un cariz más aventurero. El pico no tiene mucha dificultad técnica. El mayor escollo es la capacidad de adaptación a la gran altitud", explica.

Desde enero ya tenían claro su objetivo. El viaje fue relámpago y duró una semana. A cada uno de los montañeros le costó el viaje 500 euros. "Yo pude encontrar financiación en Enseñalia, la Universidad de San Jorge y la Unidad de Rescate en Montaña", dice Celma. Alberto Bescós se lo pagó de su bolsillo. "No he tenido patrocinios porque no tengo tiempo para buscar el dinero".

La pareja llegó a Marrakech el pasado 5 de marzo. Allí se encontraron con un imprevisto negativo. "Nuestro guía nos dijo que el tiempo empeoraba de forma súbita y que teníamos cuatro días a lo sumo para subir el Toubkal. En vez de tener seis días para aclimatarnos poco a poco, la teníamos que hacer muy rápido puesto que no había tiempo. Al dia siguiente de subir nosotros, ya nadie pudo hacer cima", dice Celma.

En su segundo día de aventura llegaron a Im-Lil, a 1.700 metros de altura. Comenzaba la corta fase de aclimatación. "El día siguiente subimos Tasserimoute, de 2.500 metros y dormimos en M'Zir, a 1.800 metros". El 7 de marzo pernoctaron en el refugio de Netler, enclavado a 3.200 metros metros de altura. Solo les quedaba el ataque final a la cima. "Eran casi mil metros de desnivel. Se subía andando con pendientes bastante inclinadas. La zona más complicada es una travesía desde el refugio. Se pasa a primera hora de la mañana con nieve dura. Pero una caída te puede llevar 200 metros para abajo. Llevábamos piolets y crampones, pero no íbamos encordados. En la pirámide final rocosa la nieve se la había llevado el viento". En la cima tuvieron la mala suerte de no poder gozar de la inmensidad del paisaje del desierto del Sáhara, puesto que estaba tapado por las nubes. "El día siguiente queríamos subir el Ras Ouanoukrim, pero hizo muy mal tiempo y ni lo intentamos. Ahora soñamos con el Elbruz", apunta Celma.