En las Montañas Rocosas se encuentran algunos de los paisajes más espectaculares de la tierra. Bellas cumbres culminadas por glaciares y a sus pies lagos envueltos en bosques de abetos. Las Rocosas recorren de forma paralela a la costa del Pacífico de sur a norte y su techo es el Monte Elbert, de 4.401 metros de altitud.

Fue aquí donde el zaragozano Manu Córdova fue como director del GAME (Grupo de Alta Montaña Español) a realizar cascadas de hielo. En este equipo había un puñado de escaladores aragoneses. «En la costa oeste no había estado nunca, pero sí en Quebec años antes. En las Montañas Rocosas son cascadas de hielo muy verticales, extraplomadas y de fusión de agua. Hay vías de uno hasta diez o doce largos, rutas de hasta 700 metros de longitud», indica Manu Córdova.

El campamento base lo tenían en la localidad de Canmore. «Está a 20 kilómetros de Banff, del estilo de Jaca, pero más extenso. Los 16 escaladores nos juntamos en Madrid y de Ámsterdam fuimos a Calgary. De aquí cogimos un coche de alquiler que en dos horas nos dejó en Canmore. Desde allí nos fuimos moviendo a los diferentes valles», indica el escalador aragonés.

El GAME es el ente que representa al alpinismo dentro de la Federación Española y tiene montañeros de todas las edades. Junto a Córdova fueron otros aragoneses como Javi Bueno, Alejandro Bada, Eduardo González, Eduardo Calvo, Daniel Asenjo, Adriano Molpeceres, Kiko Borja y José Luis Palacios», explica.

Acudieron del 1 al 11 de febrero. «Nos dividíamos por grupos y cada uno hacía diversos objetivos. Estuvimos en el mítico Weeping Wall, cerca de Jasper, que tiene 250 metros de longitud y una dificultad de WI5, la French Mai, (WI6+) y 150 metros de longitud y la Pilsner Pillar, con una dificultad de WI5+ y 250 metros de desnivel», explica. La French Mai la escalaron Manu Córdova, Jordi Corominas y Jonathan Larrañaga y la Pilsner Pillar Javi Bueno, Daniel Asenjo y Manu Córdova.

El zaragozano explica con ironía que lo único que tienen que envidiar de las escaladas canadienses con respecto al Pirineo aragonés es «el frío que tienen en Canadá. En Aragón hay cascadas comparables y vivimos en un sitio privilegiado. En las Montañas Rocosas las escaladas están unas muy lejos de las otras y las distancias son inmensas. El día que menos kilómetros hicimos fueron 120 para hacer una cascada de tres largos. De bueno tienen que las estructuras difíciles es muy fácil que se formen porque las temperaturas son propensas para ello», indica.

La mala suerte de este viaje fue «que nos hizo demasiado frío. El primer día escalamos a tres grados sobre cero y el segundo a -30. Lo máximo de frío ha sido de -38. Daba una pereza tremenda salir del apartamento a una nevera. En Alaska tuvimos días de temperaturas más bajas, pero el concepto es diferente. Para subir una columna de hielo hay que ir más ligero de ropa y mentalmente es diferente. Hay que ir con mucho cuidado porque puedes tener congelaciones. Era un frío anticiclónico y hay días que escalábamos al sol, porque a la sombra no se podía subir», dice.

Las características del hielo son diferentes al Pirineo. «Es muy quebradizo y frágil. Le das con el piolet, se raja y no es flexible. Lo peor es que con el contraste de temperaturas las estructuras se contraen mucho y se rompen. Subir se convierte en más peligroso», concluye.