Un senderista preparado sube y baja el Posets, la segunda montaña del Pirineo con 3.371 metros, en diez horas por la ruta normal de Eriste. El pasado 15 de julio un avión sobrevoló la montaña. Era el vasco Aritz Egea, que empleó un tiempo de tres horas y 48 segundos para subir y bajar la montaña aragonesa, el récord de la ascensión. «El Posets me gusta mucho. Pero me parece que está algo olvidado y no tiene demasiada fama», dice Aritz Egea.

Partió a las 5.49 horas junto a la tienda de Barrabés de Benasque y fue calentando hasta Eriste, donde comenzó su reto. «La nieve estaba un poco durilla, pero en ningún momento sentí peligro. Lo que sí noté fue la altura después de la Canal Fonda. Por aquí y en la cresta final subí andando». No llevó crampones para la ascensión. «La nieve estaba lo suficientemente blanda para no necesitarlos. Bajaba de culo y frenando con los pies. Después de la Canal Fonda la cuestión era correr mucho». Egea no tuvo en todo el itinerario ningún problema físico. «Los tres últimos kilómetros fueron los más fuertes. Fui a tres kilómetros el mil», dice.

En la aventura le apoyó Salomon. El corredor vasco se llevó un par de geles y un litro de bebida isotónica. «No paré en ningún momento. No llevé a ningún compañero de apoyo y otro en la salida y meta para grabar. La idea era hacerlo en autosuficiencia y es lo más justo para que el que venga detrás tenga las mismas condiciones». Pese a la paliza, el día siguiente se encontraba perfectamente recuperado. «El domingo por la mañana ya estaba en Benasque desayunado y a la una me volví para casa. El día siguiente ya estaba trabajando con normalidad». Sus compañeros de trabajo no están sorprendidos de las hazañas de Egea. «Están tan acostumbrados a que haga tantas carreras que no lo ven tan sorprendente. Aunque la gente no es consciente lo que es hacer en tres horas el Posets», indica.

En agosto de hace dos años ya batió el récord en el Monte Perdido. «Lo tenía Chus Romón con cuatro horas y 48 minutos y yo lo hice en 4.24. Salí de Torla, fui por la carretera hasta la pradera y subí al Monte Perdido por las Escaleras y bajé por la vía normal. Todo fue perfecto y me lo pasé pipa. Por la Escupidera no estaba pendiente de la gente y podía hacer bien el cabra. Fue una de mis mejores experiencias en la montaña». Lo hizo como un atleta lo más ligero posible. «Llevaba la mochila con mis geles, una camiseta larga, una manta térmica, un chubasquero y el móvil. Llevaba zapatillas de correr por el monte. Nada especiales», dice.

Egea nació en Urretxu hace 34 años. Su afición por la montaña es tardía. «Siempre he hecho deporte, desde cross a ciclismo, triatlón y con 27 años empecé a correr por el monte. Pero a mí me gustaba hacer montaña de una forma rápida. Andando no me gusta. Compito y el año pasado terminé el segundo en la Copa del Mundo y fui campeón de Europa. También me gusta un montón el esquí de travesía. Es el deporte mejor que he conocido».

Válvula de escape

El vasco sale todos los días de casa corriendo. «Eso es una ventaja muy grande. Vivo cerca de montañas que no son muy altas. Tendrán 900 metros y la sierra de Aitzkorri la tengo muy cerca de mi casa». El montañismo es una afición para este profesor investigador en la Universidad de Mondragón, casado y con dos hijos. «Este deporte es la forma de dar equilibrio a la vida junto al trabajo y la familia. Coger una hora al día para correr, estar solo y disfrutar del deporte lo necesito. Soy un drogadicto del deporte».

Tras subir corriendo el Monte Perdido y el Posets, solo le queda el Aneto para cerrar su círculo. «Sería la trilogía. Ya lo he hecho corriendo desde la Besurta, pero no tengo ni idea de lo que me costó. Tengo mi pelea interna con el Aneto. No me gusta atravesar el Paso de Mahoma deprisa. También me gustaría hacer la Mesa de los Tres Reyes. El Pirineo es tan grande que hay muchas cosas que hacer», concluye.