Un baile. Y muy doloroso. Eso sufrió el Zaragoza a manos del filial azulgrana, una derrota sin discusión y humillante que frena la progresión de un equipo que llegaba a la cita como el mejor de enero y con 20 puntos en las 9 jornadas anteriores y que terminó el partido con un severo toque de atención. Queda por ver si el correctivo es un accidente fruto de un pésimo día y de la calidad en ataque azulgrana, algo que habrá que evaluar en Lugo el sábado, o es algo más, pero es obvio que el Zaragoza, que regresó a sus versiones más fantasmagóricas del curso, no ofreció respuestas, ni en el césped ni en el banquillo, y que solo Leo Franco evitó una goleada que pudo ser de escándalo ya en la primera mitad.

La derrota no saca al Zaragoza de la promoción, pero lo aleja a cuatro puntos del ascenso directo, porque los tres primeros --Depor, Sporting y Eibar-- ganaron en esta jornada tan negativa. Es un frenazo doloroso, sobre todo por el menoscabo de confianza que supone, además de subrayar que la plantilla anda limitada en algunas soluciones, como suplir la baja por lesión de Arzo, ya que su ausencia se notó mucho y Laguardia no la tapó, y que Herrera necesita manejar más piezas, quitar protagonismo a jugadores como Barkero y sobre todo Luis García, muy fuera de forma, que no se han ganado la condición de indiscutibles.

El técnico justificó mantener la apuesta, el 4-1-3-2 con rombo en el medio, en la buena dinámica anterior, algo entendible ante muchos rivales, pero los dos filiales, sobre todo el Barça B, no responden al estereotipo. Es un enemigo tierno en defensa, irregular, pero darle balón y campo con una presión desordenada y nunca asfixiante es un suicidio, firmar la sentencia de muerte antes de arrancar. Eso hizo el Zaragoza, que nunca tuvo un plan para contener al Barça B, menos aún a Adama Traoré, una bala en su banda, pleno de potencia con 18 años, que desnudó a Rico, limitado y sin ayudas, señal de que en el guión de Herrera faltaron respuestas para frenarle.

El caso es que el Zaragoza, lento e impreciso con el balón, pasó la tarde persiguiendo rivales en una carrera a ningún lado. La pelota y el gobierno del partido correspondieron al filial. Los niños de La Masía decidieron dejar impronta de su clase arriba y se encontraron con un Zaragoza que les puso la alfombra para ello.

GOL MADRUGADOR

El partido se vio venir desde el inicio, no engañó a nadie. Por eso preocupó más la falta total de respuestas por mucha calidad y velocidad que tuviera el enemigo. El Barça B tomó el balón y Adama amenazó a Rico. A la primera que encaró, se fue y su centro lo remató de volea Denis Suárez para batir a Leo Franco. La zaga, en especial Cortés, decidieron solo mirar. El lateral, por cierto, se lesionó en un gemelo en una tarde aciaga para él, sin duda. Otro pase de Adama dejó a Espinosa para fusilar a Leo Franco, que despejó como pudo. A los diez minutos el pleito podía estar ya finiquitado.

Con Paglialunga y Acevedo nulos, con la defensa como un flan y con Luis García y Barkero con una marcha menos, el Barça B dominó a placer. Espinosa, Samper y Denis tomaron el partido y la velocidad de Adama y Dongou hizo el resto. Mostró el cuadro azulgrana alguna carencia atrás, en sus centrales sobre todo, pero Montañés no acertó en el mano a mano ante Masip. Ahí pudo encontrar un asidero moral el Zaragoza. El resto de la primera parte fue un esperpento. Leo Franco hizo paradas de todos los colores. A Adama, en dos ocasiones, a los pies de Dongou, a Edu Bedia... Y Dongou cruzó otra demasiado. La Romareda, era lógico, estalló ante la terrible versión de su equipo, incapaz de frenar el ciclón azulgrana. Sin presión, sin intensidad y sin alma. Lo dicho, un espectro.

Paco Herrera ya retocó el sistema, tarde eso sí, en la recta final del primer acto y el 4-2-3-1 con la entrada de Víctor se mantuvo en el segundo acto, donde el Zaragoza dio algo más la cara, aunque primero encajó la sentencia, en una jugada donde Adama retrató a Laguardia y a Rico y su disparo, tras dar en la espalda de un defensa, batió a Leo Franco.

De ahí al final, el Barça quiso tener la pelota y bajó el nivel en ataque, aunque se plantaba cerca del área de Leo Franco con una facilidad aterradora. El Zaragoza despertó algo. Víctor implicó más posesión --debe ser titular sí o sí-- y Javi Álamo, sustituto de un Barkero abroncado, amenazó a Planas. Roger tuvo dos ocasiones, Montañés pecó de egoísta en otra, Álamo pudo marcar y Masip despejó un gran tiro de Víctor. No era el día para nadie. La Romareda despidió con una ovación a Adama, señal de reconocimiento al rival y de claro mensaje a los suyos, que no estuvieron a la altura en un partido desastroso y humillante.