—Se retira, pero se queda a vivir en Zaragoza.

—Así es, porque es un ciudad que nos gusta mucho a mí y a mi mujer y siempre me he encontrado muy bien. Ella es de Madrid, pero empezó a trabajar, le va bien y decidimos quedarnos a vivir aquí. Es una cuestión de gustos.

—Pero usted dejó el fútbol relativamente joven, porque solo tenía 31 años.

—Cuando acabé mi segunda etapa en el Zaragoza las cosas que me salieron eran todas de fuera y para estar solo decidí retirarme. Además tenía que ir a países que no me inspiraban confianza. También sentía molestias en la rodilla lesionada.

—¿Y su idea es seguir ligado al fútbol de alguna forma?

—Sí. Ahora estoy entrenando como ayudante al juvenil B del Racing Zaragoza. Estoy con Javier Izaguirre, porque yo todavía tengo que sacarme el título. Mi idea es llegar a ser entrenador. Estoy con chavales y aprediendo a trabajar con un grupo. Quiero sacarme todos los títulos y ver si puedo llegar a ser entrenador profesional. Me gusta más ser ayudante que primer entrenador.

—Usted tuvo una lesión en la rodilla derecha y permaneció 19 meses sin jugar. ¿Considera que entonces hubo un antes y un después en su carrera deportiva?

—Me tuvieron que operar dos veces. Puedes tener lesiones, pero cuando en la primera operación no has quedado bien y debes pasar otra vez por el quirófano lo pasas mal. Al final te recuperas y vuelves a ilusionarte, pero no es lo mismo porque notas que no estás como antes. Hay algo que no te deja volver a ser el mismo.

—Pero reaparece con una gran partido ante el Athletic y parece que vuelve a ser el de antes.

—Volví con mucha ilusión y las cosas me salieron bien en ese partido, pero notas que no estás como antes. Tus sensaciones son buenas, pero no del todo. Yo era un jugador explosivo y con velocidad y también eso me pudo afectar más que a otros con otras condiciones. Además cuando notas que algo te merma también debes luchar con eso psicológicamente. Después de estar tanto tiempo parado todavía pude jugar algún tiempo más y, aunque un poco mermado, me encontré bastante bien. Cuando juegas a un alto nivel hay que estar en buenas condiciones.

—¿Qué recuerdos tiene de esa primera etapa de cinco temporadas que estuvo en el Zaragoza?

—Muy buenos. Quitando el problema de la lesión y el descenso fueron años buenos, aunque duros. A veces las cosas se torcieron, pero recuerdo a La Romareda entregada con el Zaragoza la temporada que nos clasificamos para la UEFA. La gente disfrutaba y los jugadores lo mismo.

—Pero desciendieron a Segunda con una gran plantilla.

—Son cosas que pasan en el fútbol. A veces tienes buenos jugadores con los que crees que puedes luchar por cosas importantes, pero luego se tuerce todo y te vas al pozo. Entonces no piensas en un posible descenso, pero te metes en una mala rutina y es muy difícil salir de ella. Es muy complicado cambiar la mentalidad y jugar con una presión extra que no esperabas. Estás en la cuerda floja y al final te vas abajo.

—¿Fue ese su peor momento en el Real Zaragoza?

—De esa primera etapa, sí. Hubo cuatro entrenadores. No llevaban un mes y venía otro y era complicado coger las ideas que quería cada uno. Entonces debes afrontar la situación como viene.

—Lo que sucede es que el curso ya empezó torcido con aquella inesperada eliminación de la UEFA ante el Aris de Salónica.

—Lo recuerdo bien. Fue una gran decepción, pero tratas de dejarlo atrás. Entonces van pasando los meses, pero ves que las cosas no mejoran. Te metes en una dinámica que no consigues revertir y te ves entre la espada y la pared. Teníamos buenos jugadores, pero las cosas no salieron como a todos nos hubiera gustado.

—Además daba la impresión de que tenían revuelto el ambiente en el vestuario y que por ejemplo las relaciones entre Aimar y D’Alessandro no eran buenas.

—A veces. cuando las cosas van mal, no toda la gente las afronta igual. Entonces llegas a entrenar con mala cara y se producen roces, pero eso pasa hasta cuando las cosas van bien. Entonces también puede aparecer algún problema porque se tienen diferentes opiniones y puede surgir un conflicto. Lo que pasa es que es más factible que eso pueda pasar cuando todo está más embarullado. Bajamos con buena gente, pero no creo que hubiera mal rollo en el vestuario.

—¿Cree que en esas cinco temporadas se pudo ver su mejor versión en el Real Zaragoza?

—Sí, justo antes de la lesión. Desde que viene aquí siempre estuve muy a gusto y contento. Los entrenadores intentaban hacer un juego vistoso y que el equipo fuera protagonista. Mi primer año fue muy bueno y la verdad es que siempre intenté dar lo mejor de mí independientemente de que el equipo estuviera mal o bien. Cuando pasan los años es importante mirar a la cara a la gente y poder decir que estás satisfecho con lo que has hecho aunque las cosas no hayan ido del todo bien.

—¿Y con la afición cómo fue su relación?

—Siempre tuve buena relación con la afición. La gente de Zaragoza es exigente, pero si ven que los jugadores se esfuerzan e intentan darlo todo, te apoyan. Eso ha sido siempre así. Ellos agradecen cuando juegas bien y también hay que respetarla cuando pita porque no le gusta lo que ve. La gente también tiene derecho a expresarse.

—¿De la primera etapa que estuvo en el Real Zaragoza hay algún compañero que recuerde por su calidad o con más cariño?

—Con cariño recuerdo a muchos, pero también a gente del cuerpo técnico, utilleros y fisios. Cuando pasan muchos años compartes vestuario con mucha gente y siempre te acuerdas de ellos. Tengo mucho aprecio a Ubieto y tuve buena relación con D’Alessandro, Aimar, los hermanos Milito, Leo Ponzio y muchos más. Siempre te alegras cuando vuelves a verlos.

—¿Le molesta que se le recuerde por aquella pelea que tuvo con el sevillista Luis Fabiano en La Romareda?

—Son cosas que pasan cuando te calientas y errores que cometes. La gente te puede marcar por cosas de ese tipo, pero fue un hecho puntual. Solo le di el primer puñetazo, pero luego no acertamos más veces. Lo peor es que me cayeron cinco partidos de sanción.

—¿Pero por qué se picaron?

—Yo soy temperamental, pero tampoco me iba pegando por el mundo. Además fue una jugada al final del partido y sin importancia. Él me decía que le había pisado y yo que no, entonces me quiso coger del cuello y yo, sin pensar, reaccioné lanzándole el puño.

—Antes recordaba con amargura el descenso, pero, aunque estuviera lesionado, también pudo disfrutar de un ascenso con el Zaragoza.

—En el partido que ascendimos aún estaba con muletas en La Romareda, pero aunque estás en el grupo, no es lo mismo. Fue una fiesta y recuerdo ese momento con alegría.

—Usted es de los últimos jugadores que llega al Zaragoza vía Real Madrid, algo que antes sucedía con facilidad.

—Entonces tenía 21 años y cuando eres tan joven lo que quieres es jugar, aunque la gente te diga que no te vayas del Madrid. Además estaban Salgado y Cicinho para el lateral derecho y para jugar tenías que tener primero la oportunidad y luego hacerlo bien. Yo no quería acomodarme y estar sin jugar porque era muy joven. Tanto el club como la ciudad tenían buena pinta y decidí aceptar la oferta del Zaragoza.

—Pero en principio vino solo un año cedido.

—Nada más llegar empecé a jugar y las cosas fueron bien. Aquí estaba a gusto y por eso le dije a mi agente que quería quedarme. Entonces, el Zaragoza pudo pagar mi pase.

—¿Se imaginaba que el Zaragoza podía pasar por los malos momentos que está viviendo ahora y en Segunda División?

—No, para nada, pero creo que nadie. No sé lo que sucedió y tampoco lo que hizo Agapito Iglesias, pero lo cierto es que el Real Zaragoza no se merece estar donde está en estos momentos. Es lógico que la gente pueda estar molesta con Agapito, pero hay que seguir apoyando al club. Yo creo que el Real Zaragoza volverá a ser lo que era antes, de eso no tengo ninguna duda. Es duro estar en Segunda División, pero cuando las cosas no se han hecho bien y tienes deudas te pueden pasar estar cosas. Como zaragocista te pone muy triste.

—En el verano del 2014 vuelve al Real Zaragoza para intentar ayudar en el objetivo de poder ascender, pero solo está en la plantilla hasta enero. ¿Qué sucedió?

—Yo vi que Ranko Popovic (que había sustituido a Víctor Muñoz) no contaba conmigo y quería ponerme en posiciones que desconocía, por eso preferí dejarlo. Me fui al poco tiempo de llegar Popovic, que no ponía mucho de su parte para contar conmigo. Si el entrenador no me quería no iba a estar tapando huecos y cobrando. Él tampoco habló conmigo, pero yo veía que, como no llevaba dos años en el fútbol, no contaba conmigo. Hablé con el club y les dije que si no me querían que me iba. Fue así de fácil. Hubo algunos momentos que me sentí bien, pero el entrenador no me decía nada ni cuando yo creía que lo había hecho bien. No notaba que Popovic quería que estuviera en el equipo y lo mejor era irme. Del club no tengo ninguna queja.

—Pero en general se decía que Popovic era un entrenador muy dialogante con los jugadores.

—Conmigo no fue así. A mí no me decía nada. Antes de irme de vacaciones a Uruguay por la Navidad ya se comentaba que no querían contar conmigo y por eso pensé que lo mejor era dejar el equipo. Con Popovic estaba por estar porque no contaba conmigo. En Albacete me dijo que me ponía de central por no poner a un chaval y yo no quería jugar allí porque no lo había hecho nunca. Pensaba que lo iba a hacer mal y que lo único que podía hacer era perjudicar al equipo.

—¿Ahora sigue al Zaragoza?

—Sí, pero prefiero ver los partidos por televisión. Veo al equipo intermitente y subir siendo tan irregular es difícil. La plantilla es buena y no hay malos jugadores, pero el equipo necesita ser más regular. A veces también ha fallado el proyecto deportivo, porque los jugadores están poco tiempo en el Zaragoza y así es difícil formar un equipo competitivo.