Fueron 40 minutos de felicidad a los que no le sobraron ni un segundo. El CAI Zaragoza ganó a un equipazo que, además, juega muy bien al baloncesto, el Valencia Basket, hasta ayer solo derrotado por el Madrid y el Barcelona, en un partido para el recuerdo, disputado, intenso, vibrante, en el que se impuso el equipo aragonés y ganó el baloncesto. La grada acabó puesta en pie, celebrando a lo grande una victoria de enorme mérito, después de haber disfrutado como pocas veces, de haber empujado a su equipo, de haber sido un jugador más.

La victoria sobresale por su contexto. El CAI no solo ganó a uno de los mejores equipos de la Liga Endesa (95-89), sino que lo hizo con una exhibición de juego, intensidad y ganas, y lo hizo apenas cuatro días después de llevarse el mayor varapalo de la temporada, la eliminación europea. El conjunto de José Luis Abós se comportó como un grande, dio un ejemplo de madurez y ambición. El técnico zaragozano tuvo mucho que ver con lo que sucedió en el partido. El CAI estaba jugando bien, dominando el juego interior y el marcador (22-14 en el primer cuarto). El Valencia jugó como habitualmente, con una defensa muy, muy intensa. Para eso existen los árbitros (hay tres en pista, nada menos), para poner los límites, para marcar lo que está permitido y lo que no. Las decisiones del trío de ayer estaban perjudicando al CAI y Abós protestó, le señalaron técnica y siguió protestando. A la calle.

Abós se llevó entonces una de las mayores ovaciones desde que está en el CAI, el equipo se metió mucho más en el partido y la grada creó un ambiente magnífico, presionó a los árbitros, protestó airadamente --también con mucha educación--, y llevó en volandas a los suyos. Los árbitros cambiaron su tendencia, el partido derivó en partidazo, con acciones brillantes en ambos bandos, defensas intensísimas, robos, carreras, triples, mates, tapones... Fue uno de los mayores espectáculos vistos en el Príncipe Felipe.

El CAI mantuvo el mando del partido con un ritmo in crescendo hasta el final. Sanikidze volaba en acciones espectaculares, Shermadini hacía daño por dentro, Llompart ponía criterio en la dirección, Roll daba muestras de su calidad, mientras enfrente respondía Pau Ribas, anotaban Van Rossom o Lafayette de lejos en un duelo sin tregua ni cuartel. El éxtasis fueron los cinco triples consecutivos que anotó el CAI --dos de ellos de Tomás, uno de extrema dificultad, sobre la bocina y con el defensor encima-- que le dispararon en el marcador (del 69-69 al 84-71).

El Valencia no se dio por vencido, aumentó todavía más su intensidad defensiva, con dos hombres sobre Llompart para ahogar el juego del CAI y, tras varios triples y cuatro tiros libres fallados por los locales, a 48 segundos seguía habiendo partido (90-89). El Valencia se precipitó en ataque, el CAI tuvo la cabeza más fría, cerró el rebote y se llevó un partido que fue mucho más que un partido. Fue una exaltación del baloncesto que hizo feliz a la gente.