Fue un partido reparador. Un baño y masaje en toda regla que alivió tensiones y relajó cuerpo y alma. La goleada al rival más flojo que ha pasado por La Romareda en mucho tiempo supone media salvación para un Zaragoza que ayer, milagro, finiquitó la contienda en la primera parte, a la que ya se llegó ya con el marcador final en el luminoso. Nada de fanfarrias, jolgorios o campanas al vuelo. La victoria, eso sí, acerca mucho la permanencia para un equipo que tenía el partido marcado en rojo. Como el que ganó ante el Elche y como el de dentro de un par de semanas, también en casa, frente al Alcorcón. Si logra el pleno, certificará casi de forma definitiva su supervivencia y pondrá fin al calvario. Será entonces cuando toque rendir cuentas.

El partido tuvo poca historia. Por segunda vez consecutiva en La Romareda, el Zaragoza se adelantó en su primera llegada. Fue Verdasca, el mejor zaragocista en las jugadas de estrategia, el que mandó a la red una dejada de Álvaro -muy inteligente durante toda la noche- y provocó un suspiro colectivo en una afición menos numerosa que habitualmente. El tanto dio al traste con el plan inicial de un Nástic con tres centrales y hecho un manojo de nervios, aunque el cuadro catalán rozó el empate poco después merced a una llegada por la izquierda que acabó en remate franco de Imanol, pero su tiro, demasiado centrado e inocente, acabó manso en los guantes de Cristian.

El Zaragoza, en un 4-3-3 convertido en 4-1-4-1 en defensa, trataba de hacer daño desde los costados con las subidas de los laterales. Como mandan los cánones ante una defensa nutrida. Delmás avisó rebasado el primer cuarto de hora pero su remate a centro de Lasure salió ligeramente desviado.

No falló Pep Biel poco después. El balear, el mejor del partido, recibió cerca de la frontal, se acomodó, miró y ejecutó sin oposición alguna y mandó el balón pegado al poste izquierdo de Bernabé. El Zaragoza ponía tierra de por medio con dos tantos en menos de veinte minutos. Lo nunca visto.

El Nástic era un desastre. Enrique Martín se desgañitaba desde el banquillo. También Luis Suárez, un delantero cuyo nivel es muy superior al del resto del equipo. Todo eran aspavientos, lamentos y juramentos. De fútbol, nada. Por no hacer, los catalanes no hacían ni faltas. Y eso que agradecía un Zaragoza que jugaba a placer.

Linares pudo sentenciar sin querer, pero el balón se marchó desviado tras rechazar en el de Fuentes procedente de un mal despeje de un Bernabé hecho un flan. Más gritos, aspavientos y reproches. Luis Suárez miraba al cielo. También lo haría poco después cuando su cabezazo se estrelló en el poste izquierdo de Cristian Álvarez, que vio cómo otro disparo posterior del delantero se escapaba por poco. Si el Nástic albergaba alguna esperanza de salir con vida de La Romareda, sus opciones pasaban por Suárez.

Pero todo acabaría justo antes del descanso. Delmás, notable en ataque y mucho peor en defensa, aprovechó un servicio de Soro para sortear sin mayores problemas a un par de rivales y batir a Bernabé con la zurda. A cinco minutos del descanso, el Zaragoza había sentenciado un partido clave. Y de una forma mucho más sencilla de lo esperado. Llovía en La Romareda. Pero no había rastro de tormenta.

La reanudación deparó un espectáculo bien distinto. El Zaragoza se limitó a conservar la renta, controlar el partido y asegurarse los puntos. El Nástic, cuyo técnico recurrió a Kanté y Sadix, perseguía el milagro con poca fe y menos esperanza. El encuentro parecía destinado a convertirse en una lenta cuentra atrás hacia la conclusión. Así fue. El duelo se hizo eterno.

La tranquilidad del marcador permitió a Víctor dar descanso a Linares, mantener a Álvaro para que el catalán adquiera más ritmo de competición tras su lesión y conceder minutos a Pombo. Pero el canterano, recibido con división de opiniones, se desenchufó pronto. Justo después de probar fortuna por segunda vez. En la primera, tras gran dejada de Álvaro, disparó fuera, y en la segunda se topó con Bernabé.

Del Nástic poco se supo más allá de una llegada por la izquierda que Kanté culminó con un centro envenenado que desbarató Verdasca con acierto. El Zaragoza, consciente de la debilidad del oponente, optimizaba esfuerzos. El reloj parecía no correr y la afición pedía algo más como pequeña compensación a tanto agravio acumulado. Pero fue el Nástic el único que lo intentó, aunque Kanté y Suárez, este en dos ocasiones, se toparon con Cristian. Llovía en La Romareda. Algo menos, en todo caso.

R. Zaragoza, 3: Cristian Álvarez; Delmás, Guitián, Verdasca, Lasure; Eguaras, James; Soro (Raúl Guti, min.78), Pep Biel (Zapater, min.64), Álvaro Vázquez; y Linares (Pombo, min.57).

Gimnástic, 0: Bernabé; Djetei, Fali, Mikel Villanueva; Pipa, Thioune (Kanté, min.46), Viti, Imanol, Abrahám; Luis Suárez (Cotán, min.78) y Brugué (Sadik, min.51).

Goles: 1-0. min.4. Verdasca; 2-0. min.20. Pep Biel; 3-0. min.41. Delmás.

Árbitro: Sagués Oscoz (Comité Vasco). Amonestó a amarilla a los locales James, Delmás, Linares y Soro, y al visitante Thioune e Imanol.

Incidencias: partido correspondiente a la trigésima primera jornada disputado en el estadio La Romareda ante unos 15.000 espectadores.