Una jugada de pizarra, de esas repetidas mil veces en un entrenamiento, liberó la fe del Umacón. Era el empate (minuto 22) y, por primera vez, la afición del equipo aragonés creyó que se podía ganar. No lo había hecho antes porque el Barça viene de otro planeta; juega en otra liga diferente a la del Umacón, que lucha por evitar el descenso, mientras los azulgranas pelean por el título.

Sí, el Barça juega en otra liga, pero esto era las semifinales de la Copa. Eso pensó el Siglo XXI cuando Richi Felipe puso el 2-2 en el marcador con un derechazo ante el que nada pudo hacer Paco Sedano. Era una falta lateral y Retamar fue, volvió y amagó mil veces hasta desconcertar a la defensa azulgrana y dejar en una buena posición a su compañero. Algo antes, en el último minuto de la primera parte, Víctor Tejel había recortado distancias después de robar un balón en el área del Barça.

Fue, más que nunca, un gol psicológico, porque hasta entonces el Umacón apenas había disparado, concentrado en detener las acometidas del Barça, que, sin forzar demasiado, chutaba y chutaba. Wilde había abierto el marcador muy pronto (minuto 3) tras una buena combinación entre Lozano y Lin, los dos jugadores más activos de los visitantes. Igor, medio de tacón, medio de rebote, puso el 2-0, pero tras el 2-2, la historia cambió. La timidez que los jugadores locales, Retamar aparte, habían mostrado en el primer tiempo desapareció y Edu Duato, Richi Felipe y Víctor Tejel se activaron, siempre liderados por el capitán. Keny pudo poner por delante al Umacón pero Sedano lo evitó. Y, cuando mejor estaba el equipo local, cuando más creía, aparecieron, otra vez, como tantas veces a lo largo del partido, Lin y Lozano; el primero asistió, el segundo se sacó un disparo a la escuadra (minuto 7) y entonces se acabó el hechizo que había cambiado la atmósfera del duelo.

Apareció el cansancio, se acabó la fe y ganó la razón. El Barça, reactivado, hizo dos goles más en los cinco minutos posteriores: Dyego, tras un saque de banda de Torras, y Saad, con un disparo desde la esquina de su propio campo. Y es que para entonces, en el ecuador del segundo tiempo, el Umacón ya había puesto el portero-jugador y el italo-brasileño robó el balón y, sin mirar, acertó.

Supo encontrar situaciones el Umacón con todos los jugadores en campo contrario, pero no resolvió. Keny no aprovechó dos pases de Retamar, que roba, crea y asiste: es el alma del Umacón. El partido estaba acabado, pero Lin apareció para anotar el gol que le faltaba. La eliminatoria queda prácticamente resuelta, aunque el Umacón deberá viajar a Barcelona para jugar la vuelta de las semifinales. Aunque tenga a Retamar, aunque por un momento llegó a creer, el Umacón juega en otra liga.