El Barça viaja hoy a París sin miedo a pasar frío. Muy bien abrigado. Con la tranquilidad de disfrutar de la defensa más sólida y fiable que ha tenido en los últimos tiempos, sin haber encajado ni un solo gol en siete partidos. Con la ilusión, también, de ahondar en el titubeante inicio del París Saint Germain (solo ha ganado tres partidos de los nueve disputados, entre Liga y Champions) y marcar diferencias en la segunda jornada europea. "Tengo el ropero lleno de abrigos. Y puedo escoger el que vea y considere oportuno", bromeó Luis Enrique el pasado sábado cuando le preguntaron por las rotaciones sin fin que lleva en poco más de un mes de competición.

Esa metáfora empleó el entrenador para ilustrar la gran cantidad de jugadores que tiene para elegir en cada partido. Aún le quedan tres futbolistas por estrenar: el portero Masip, lesionado; el central Vermaelen, a punto de recibir el alta, y Luis Suárez, el nueve que está sancionado hasta el 25 de octubre. La confianza del entrenador en la plantilla se observa en el campo. El equipo se expresa con la determinación de sentirse respaldado por la consistencia que muestra atrás.

El Barça no acusa, según constatan los resultados, el constante trasiego de la alineación. Las rotaciones afectan a todas las líneas del equipo. Empezando por la portería. Bravo juega la Liga y Ter Stegen, la Champions. La defensa es la línea más afectada por los cambios. Del Málaga al Granada, y en apenas tres días, una zaga nueva: Alves entró por Douglas, Mascherano por Piqué, Mathieu por Bartra y Adriano por Alba. Necesita Luis Enrique tener piernas frescas atrás porque el Barça vuelve a jugar más en campo contrario que en el suyo. Ibrahimovic probará ahora la fiabilidad azulgrana.