Ernesto Valverde no se espera que dote de dramatismo ningún partido. Ni siquiera un clásico de la Liga. Riñe su carácter con el aficionado acalorado y trascendental. Nunca pretende aparentar que el destino del mundo dependa de un resultado y no lo hizo ayer antes de la nueva visita al Bernabéu. Es el técnico relativista por excelencia. Tampoco la situación de su equipo reclama impulsos motivacionales novedosos. El Barça viaja al estadio madridista con la suficiencia de la victoria holgada en la semifinal de Copa de hace tres días y la tranquilidad de la cómoda ventaja en la clasificación, de nueve puntos.

Quizá le correspondería más a Santiago Solari presentar signos de nerviosismo. No lo pareció en su comparecencia de prensa. Pero es el Madrid el equipo que, de perder, quedaría descolgado del título. ¿Definitivamente? No, en opinión de Valverde. «La Liga está por decidir y lo seguirá estando independientemente del resultado del partido», aseveró el técnico azulgrana. Lo más contundente en términos de trascendencia al que aludió hizo referencia al cuadro psicológico. «Es muy difícil repetir resultado en dos partidos seguidos contra un mismo equipo. En este caso ganar significaría un golpe de moral importante, aparte de quitarle puntos a un rival directo», señaló.

No es garantía de nada, dijo, el marcador obtenido en la semifinal del miércoles. No hay inercia que valga. «Será un partido duro, como lo fue el del otro día, en el que puede pasar cualquier cosa», indicó el entrenador. Una cosa que pasará seguro: el club que gane adquirirá una ventaja en el balance histórico de enfrentamientos directos. En estos momentos, Madrid y Barça se hallan igualados a 59 victorias cada uno. La estadística refleja 11 empates. Es un dato curioso.

SENSACIONES // Pero no se habla en la previa de datos sino de sensaciones que se contraponen. En la órbita azulgrana, el optimismo por el devenir de la temporada frente a las suspicacias sobre la calidad del juego. Los buenos resultados frente a las irregulares impresiones. Parece el choque de ideas de la campaña presente. «Es difícil contentar a todo el mundo», sintetizó el técnico sin perder esa proverbial aura de calma.

Los goles del Bernabéu estuvieron precedidos de largos minutos que invitaban a la catalepsia. O si se prefiere, los minutos insípidos se superaron con un recital de efectividad en la segunda parte. El orden es importante. «Debemos mejorar algunas cosas del otro día, pero debemos rescatar también otras que hicimos bien», señaló el preparador, buscando transmitir un mensaje positivo. En este sentido, el Barça ha recuperado el toque rematador de Luis Suárez, tan errático y por tanto tan criticado hasta hace pocas fechas.

En la nueva visita al Bernabéu se espera la reaparición de Leo Messi, quien después de una de sus rutinarias exhibiciones galácticas, la de Sevilla, optó por mostrarse reservado en el duelo de Copa. Se espera también, porque se está avisado, una buena actuación de Vinicius, el adolescente que carga desde hace unos cuantos partidos con la responsabilidad ofensiva de los blancos y que ha merecido una primera llamada de la selección adulta de Brasil. Pero a nadie escapa que una segunda humillación madridista en feudo propio en una semana pondría en combustión incluso a una casa blanca tan eficaz como ninguna en apagar los incendios en su cocina.