Las luces de alarma se habían encendido hacía ya unas cuantas jornadas, pero el 11 de noviembre se activó en el Barça el código rojo. La derrota en el Camp Nou frente al Betis por 3-4 elevó el nivel de alerta y la situación pasó a ser de Defcon 2, ese momento de máxima tensión en el que los jefes del Estado Mayor se quedan en mangas de camisa y se aflojan el nudo de la corbata. La defensa azulgrana hacía agua y el equipo catalán batía récords negativos en el capítulo de goles encajados. 18 en 12 jornadas. Tras aquel partido, Ernesto Valverde insinuó que aprovecharía el inmediato parón liguero por compromisos de las selecciones para encerrarse en el laboratorio a buscar el modo de frenar ese problema. Se diría que lo encontró. Desde entonces, el Barça solo ha concedido un gol en cinco partidos de Liga. Y en los últimos cuatro, Marc-André Ter Stegen no ha tenido que recoger ni una sola pelota de su portería.

«Lo que me deja más satisfecho es el juego del primer tiempo, no mantener la portería a cero», comentó el técnico barcelonista el sábado después de la victoria ante el Celta (2-0). «Nuestro principal objetivo es tener el balón y atacar, aunque es verdad que si dejamos la portería a cero es más fácil porque solo hay que marcar un gol». Si ese es el plan de Valverde, hay que decir que le está saliendo la mar de bien. «Estábamos recibiendo muchos goles, y eso no era normal --señaló Jordi Alba--. Hemos corregido desde el portero hasta el delantero», remató.

Las palabras del lateral confirman algo que ya era posible apreciar cotejando los datos de los partidos. La mejoría defensiva del cuadro azulgrana no es producto de un reajuste de la zaga, sino de un cambio en la mentalidad y la actitud de todos los jugadores. Es cierto que en tres de los cuatro últimos encuentros se ha repetido una retaguardia formada por los mismos hombres (Nelson Semedo, Gerard Piqué, Clément Lenglet y Jordi Alba), pero ello se ha debido más a las ausencias por lesión de Sergi Roberto y Samuel Umtiti que a la voluntad real de consolidar una línea de atrás formada por esos cuatro futbolistas. De hecho, en la visita al Levante, Valverde tuvo que alinear una defensa de circunstancias (con Thomas Vermaelen como tercer central y Ousmane Dembélé repartiéndose las labores de lateral derecho con Piqué) y el equipo salió igualmente indemne.

PUNTO DE INFLEXIÓn / Tras el punto de inflexión que supuso la derrota frente al Betis, el entrenador azulgrana ha logrado reimplantar en su plantilla algunos de los valores que la convirtieron en la más fiable (y de largo) de la temporada pasada en LaLiga Santander: solidez, equilibrio, intensidad, compromiso… El Barcelona ha recuperado la ambición en la presión y ha mejorado con claridad sus estadísticas de balones recuperados. También ha aceptado minimizar riesgos al dedicar menos tiempo a la elaboración de las jugadas: cada vez que los medios entran en contacto con la pelota buscan la manera de hacerla llegar cuanto antes a los tres de delante, y aunque ello se traduce en un aumento de las pérdidas, estas se suelen producir en zonas alejadas de la portería de Ter Stegen, con el consiguiente menor riesgo de recibir gol.

El resultado es un fútbol no demasiado vistoso pero sumamente eficaz, puesto que la calidad superlativa de los atacantes azulgranas hace que no necesiten mucha continuidad en el juego para encontrar la red del rival. Es una apuesta que tal vez no sea del agrado de quienes piensan que la filosofía futbolística debe estar por encima de las cifras o de quienes sostienen, como Pep Guardiola, que «nada entraña más riesgo que intentar no correr riesgos», pero que está siendo avalada por los resultados.

Y una pieza clave en este esquema ha sido la inclusión de Arturo Vidal en el once titular en detrimento de Arthur. Allí donde el brasileño aportaba toque en corto, pausa en la construcción y búsqueda del espacio, el chileno pone esfuerzo en la recuperación, vértigo en la incorporación al ataque y capacidad de obstruir el juego del rival aunque sea a base de faltas. Es, por decirlo de algún modo, menos bonito pero abriga más. Y si algo no quiere Valverde este invierno es pasar frío.