La insoportable fragilidad defensiva del Zaragoza es tan devastadora como sorprendente. Nada queda de aquel equipo solvente, sólido y fiable cuya seguridad atrás le convertía en uno de los principales candidatos al ascenso. Aquel Zaragoza ha muerto. El actual es otro bien distinto. Peor. Mucho peor. Un equipo blando que ha hecho del error una costumbre. Al Zaragoza daba gloria verlo y ahora da pena. No puede haber nada más triste.

Aquella poderosa escuadra ocupaba el podio de los equipos menos goleados pujando con Cádiz y Málaga por el lugar más alto del cajón. 30 goles en 31 encuentros. Números de ascenso. Desde que el balón volvió a rodar ha recibido 13 tantos en apenas siete citas, casi dos por partido. Una ruina. Un boquete en la línea de flotación de un barco que se hunde sin remisión. Solo los números y los rivales obligan a mantener cierta esperanza, pero la realidad es que este Zaragoza no le gana a nadie. Su bochornosa e impactante vulnerabilidad destrozan cualquier aspiración.

Nadie más ha recibido más goles en este tramo. Ni siquiera el Racing (12), ya en Segunda B. Solo el Mirandés (13) iguala los paupérrimos números de un Zaragoza de descenso. Porque aquel equipo de Primera es ahora de Segunda B. Solo el propio Racing ha sumado menos puntos que los aragoneses tras el parón.

Especialmente dolorosa es la extroardinaria fragilidad mostrada en casa, donde nadie ha recibido más dianas en este tramo de la competición que un Zaragoza que ya ha encajado una decena de tantos en los cuatro encuentros disputados en La Romareda, que ha pasado de ser una fortaleza casi inexpugnable a un bazar de todo a cien del que todo el mundo sale cargado y tan contento. Con 2,5 tantos de media recibidos por encuentro, Alcorcón (3), Almería (2), Huesca (1) y Rayo (4) se lo han llevado todo. Solo el Racing, siempre el Racing, había sumado cuatro derrotas seguidas en casa esta temporada.

Tan cierto es que Víctor todavía no ha podido contar con su cuarteto defensivo titular como que la sangría que amenaza con acabar con la vida y las ilusiones del zaragocismo alcanza a todos los protagonistas de este esperpento. El Zaragoza defiende muy mal. En estático y en transiciones. El balón parado y los centros laterales. Pero, sobre todo, comete errores impropios de un equipo profesional. Y lo peor es que no son obra únicamente de chavales jóvenes recién llegados a los que la presión les supera. No. Anoche, de nuevo Atienza, un veterano con supuestos galones, regaló otro gol por tercera vez en el campeonato. Antes falló Nieto al conceder una falta lateral y en mostrarse excesivamente blando ante De Frutos en el segundo gol. Clemente también erró en Montilivi, sí, pero el canterano fue de los pocos que mantuvo el tipo.

El Zaragoza, pues, está acabado. Al menos este Zaragoza. Tres derrotas consecutivas y una brutal inoperancia como local exigen que el equipo vuelva a reiventarse. No lo tiene fácil Víctor, que ya ha dejado claro con quién cuenta y con quién no. Parece evidente que hay quien se ha tirado ya de ese barco a la deriva mientras el técnico se empeña en sujetar firme el timón. Porque aún flota, así que, mientras haya mar, habrá que seguir navegando. Aunque la marejada es fuerte.