Partió el sábado de La Romareda el último tren hacia las montañas. No estaba a bordo el Zaragoza, en esa meseta de la Liga que bien parece un desierto, sin tiempo de comprar billetes que le conduzcan a las alturas, con la certeza también de que el miedo a despeñarse es una remota posibilidad. No ha cerrado la permanencia, pero no debería resultarle complicado hacerlo. Una victoria en seis partidos tendría que bastar, aunque se insiste en los 50 puntos como cifra definitiva. De momento, está a 5 puntos del descenso y a 7 de la promoción.

No se sabe bien cuántos puntos serán necesarios para respirar. En Primera se va a salvar este mes más de uno con treinta y pocos. Ya lo hubiese querido el equipo aragonés en la pasada década, en la que se precipitó con 42 puntos. Sin embargo, no hay manera de predecir dónde estará el punto de seguridad. En Segunda pasa otro tanto de lo mismo. La anterior campaña le bastó al Almería con 48 para salvarse. Hace dos ni eso, a 45 llegó el Osasuna, una barrera que ya ha superado el conjunto aragonés.

También hay ejemplos diferentes. El Mirandés descendió hace tres años pese a haber alcanzado la cacareada cifra de 50 puntos, un listón que hoy en día puede superar hasta el último clasificado. El Mirandés de Pablo Alfaro lo tiene bien feo con 33 puntos, pero todavía sueña con alcanzar los 51.

Esta noche se podrán hacer cálculos más aproximados, después de que el Huesca-Rayo y el Nástic-Reus cierren la jornada. Las franjas marcadas se pueden modificar. Si gana el equipo altoaragonés, la sexta plaza estará ya en 55 puntos, con tres victorias de ventaja sobre el conjunto de Láinez. Por abajo, si gana o empata el Nástic, la zona roja estará en 42 puntos, cuatro por debajo.

Hay fila en esa zona, con diez equipos metidos en cinco puntos. Ahí está la plaza temida por una decena, si se entiende que los tres últimos (Alcorcón, Mallorca y Mirandés) tienen bien difícil sujetarse a la categoría. Los dos últimos, no obstante, sumaron ayer.

Queda por saber cómo consumirá el Zaragoza las últimas jornadas, con el peligro presente de no haber asegurado, la permanencia; con el temor de que el equipo se deje llevar una vez que no haya objetivos a la vista y se sostenga el fútbol sobre intereses únicamente personales. Quizá sea el momento, como ya ha anticipado Láinez, de que la gente de la casa se vaya abriendo paso hacia el futuro. Con Delmás, Lasure, Nieto, Raí y compañía saldrá el próximo tren.