Desde el 2003 hasta aquí, Josep María Bartomeu ha estado presente, de forma menos o más activa, en la elección del nuevo entrenador del Barcelona. En todas, menos en la apuesta que hizo Joan Laporta por Pep Guardiola (primavera del 2008) porque él, acompañando a Rosell, ya había dimitido en el 2005. Ahora, Bartomeu se enfrenta a otra decisión de tanto calado estratégico que puede marcar el futuro inmediato de su segundo y último mandato. A principios de año, tenía deberes por hacer: la renovación de Messi e Iniesta y el futuro de Luis Enrique.

Pasados cinco meses, todo sigue igual (de momento sin noticias sobre la continuidad de la estrella, el verdadero pilar del proyecto, ni del capitán) y solo la renuncia voluntaria del asturiano ha facilitado algo el trabajo al presidente, quien ha mantenido un perfil bajo en todos los asuntos.

Hace tiempo que Robert trabaja con una lista de candidatos para suceder a Luis Enrique. En esa lista ya no figura, obviamente, Jorge Sampaoli, el entrenador del Sevilla que dentro de unos días oficializará su marcha para dirigir a la selección argentina. Ahí siguen, por ejemplo, Ernesto Valverde y Juan Carlos Unzué, el segundo entrenador de Luis Enrique en estos tres años.

Unzué sería, sin ninguna duda, continuar con el luisenriquismo, pero sin Luis Enrique, avalado por su excelente conocimiento del vestuario, por mucho que se le reproche su inexperiencia. Valverde, en cambio, ha dirigido hasta cinco equipos (Athletic, en dos ocasiones, Espanyol, Olympiacos, en otras dos, Villarreal y Valencia).

El Barça guarda silencio, asumiendo, eso sí, que se verá obligado a realizar una fuerte remodelación para agitar la plantilla y apuntalar el equipo titular (un lateral derecho y un interior son básicos, y hasta quizá, otro central). Pero aún puede ocultar sus intenciones sobre el plan de sucesión de Luis Enrique porque todavía sigue teniendo opciones en la Liga.