En la LEB te quedas dormido un segundo y ya te han desmantelado medio equipo. Es la ley golosa del todo vale, del cambio de cromos continuo, en el que los refuerzos circulan por la Liga a mil por hora de un rincón a otro. Con lo que partes en verano puede ser desfigurado por completo durante toda la temporada y así no puedes fiarte de nada ni de nadie. La libertad exagerada para los fichajes es un santo y seña de esta categoría de pulso fácil para las mutaciones. Y el CAI no es la excepción, por supuesto. Así que el Príncipe Felipe se convirtió ayer de nuevo en un enorme barracón por donde otro novato tuvo que pasar la ITV del primer día. Por el mismo bautismo han pasado ya Gilmore, Gastao, Murcia, Oscar González, Esmorís... la lista no es corta, y, ayer, le tocó el turno a Rocky Walls, el recambio del Gladiador Lester y un clavo más para agarrarse a la venerada ascensión a la ACB.

Y al bueno de Rocky le tocó, para empezar, un doble examen. No sólo el del presente, también el del pasado, el de igualar ese recuerdo lejano de aquel rocoso pívot que hace un año anduvo como Pedro por su casa por el Príncipe Felipe. Aquel que se lució con 28 puntos y se zampó 21 rebotes en una noche negra, una dolorosa derrota ante el Inca en el que el CAI de Oliete empezó a entender que esto de la LEB no era un camino de rosas por muy lujoso que sea tu nombre. Curiosidades del destino, a este Walls, al nuevo fichaje del CAI, le tocó debutar ante su ex. Poca gracia le hizo al Inca el fatal reencuentro. Porque quizá no asombró con números como los de aquella noche, pero dejó en 24 minutos su marchamo de reboteador insaciable (9 capturas) y de opción aprovechable en ataque (9 puntos). Tampoco Julbe quedó decepcionado. "Ha dado sensaciones muy buenas. Es un pívot que juega con mucha estamina. En la primera parte, su nivel de rebote ha sido muy bonito", examinó el técnico.

Colgado del cielo

Julbe aplazó su puesta de largo ocho minutos. Con el primer cuarto apuntando a su final (a 1.28), Rocky salió por Esmorís luciendo el 9 en un dorsal descolorido y en ese escueto tiempo mostró un pequeño pero consistente repertorio de cualidades. Primero luchó con fiereza por el dominio del poste bajo, luego se colgó del cielo para devorar un rebote al alcance de pocos y, para rubricar su introducción, la hundió sin piedad en un mate que hipnotizó a la grada. Bueno, eso, y tiró dos tiros libres que exhibieron su talón de Aquiles.

Pero esto sólo fue un anticipo de lo que ofreció en el segundo parcial. Con el mejor CAI, él, el asesino del rebote (como le apodó Xavi Sastre, entrenador del Inca), se adueñó por completo del dominio de los aros. En apenas nueve minutos logró una valoración de 17, con 5 puntos, 6 rebotes y 3 asistencias. La afición, sedienta de empaparse de su nuevo ídolo --pocos echaron de menos a Lester Earl--, quedó complacida por su esfuerzo y le ovacionó cuando fue relevado. En la segunda parte, sin ser un recital, siguió aportando rebote, intimidación, recursos ofensivos y debilidad en los libres. Pero como no todo puede ser bonito, los árbitros, con el tiempo agotado, le eliminaron con una técnica que aún hoy no entiende ni él y ni nadie a excepción de los señores Avilés y Velasco. "Me dice que le ha dicho a Ciorciari muy bien, Diego, pero nada a los árbitros", explicó Julbe. Pero la expulsión fue el único lunar de un bautismo notable. La calificación la puso Juan Martínez, el oportuno speaker , en la retirada del equipo. "Rocky Wallssss... nos ha gustado". Comentario acertado.