Lo bonito es lo que tiene, atrae. La belleza de la Basa de la Mora ha convertido a este ibón en uno de los más frecuentados del Pirineo. Su fácil ascenso por pista desde Saravillo y la merecida publicidad recibida convierte a este paraje del Macizo de Cotiella en un punto de encuentro de excursionistas ocasionales en verano. La molesta masificación languidece cuando mudan las hojas de los árboles y arrecian las nevadas. Entonces la naturaleza regresa a su paz y protege con su dureza esta joya. Quienes llegan a esta cota (1.900) son agraciados por la soledad y el silencio de un enclave único, cofre de leyendas. Dicen que si uno llega de madrugada puede ver danzar sobre las aguas a una princesa mora huidiza de los combates de sus hermanos contra la cristiandad. Aún más, quien no la ve, es que tiene el alma impura. Creo que somos mayoría los que debemos bañar nuestros pecados, eso sí, no en las aguas del ibón, donde contaminaríamos su hábitat frágil.

Haremos la excursión en raquetas aprovechando los últimos temporales. Siete horas con paradas y andar de fotógrafo. Aunque la versión de esquí de montaña sería más cómoda y rápida, quizá para esta modalidad es más viable desde Saravillo, como excusa para comprar su magnífico queso artesano. Pero este reportaje recoge la subida desde Plan por el Barranco del Ibón, desagüe del propio lago.

La salida se da desde las piscinas de Plan, bajo la Peña de la Bruja. Aquí salen dos pistas. La que marca hacia la izquierda irá por el Puerto de Sahún a Chía. La nuestra es la diestra y descendente al ritmo del bullicioso Zinqueta. Ir atento a la perspectiva del camino que deja fotografiar a dos hermanos bellos y celosos: Plan y Chistén. Ambos pueblos y Sant Chuan conforman la vida de la Bal de Chistau, quizá el valle más auténtico y menos plastificado de nuestro Pirineo. Cosas del esquí.

Continuamos llaneando dos kilómetros pasando por dos casas que bien podrían ser de un moderno Jeremiah Johnson. Obviar el cartel que manda hacia el rehabilitado Camino de Lisé, una circular para toda la familia con acceso a antiguos prados y una cascada, y sí desviarnos en el siguiente que refiere a nuestra meta. El sendero va remontando paulatinamente la ladera entre muros, lindes, lo que parecen abandonadas huertas y llanos de hierba que ya nadie siega. El bosque de boj y pino negro gana presencia. La mayor incomodidad es saltar como vallas árboles dormidos y tatuados por los amantes y gamberros. En una hora se pasa la Canal Pedrosa y luego, por primera vez, el cauce que baja congelado.

Si se abre huella el paso es ligero porque las copas de los árboles han impedido que se acumulen grandes espesores. Los claros y alguna haya retorcida aparecen al atravesar varias pedreras ocultas bajo la nieve. No es un lugar peligroso, pero sí de revisar el estado de la pala superior en varios pasos muy cortos con pendiente para los aludes. En estas aperturas se visualiza Posets, Espadas y al fondo emerge el Bachimala. A la izquierda se despeja la Peña Suelza y las bordas y prados de la Comuna, cuna de Sancho Abarca.

Se repasa en el camino el borde inferior del Forcallo y enfrente queda el Feixón de Cucharas. Ambos muros protegen a buitres y rapaces. Los amantes de la ornitología pueden comprobar su vuelo y nidos. Si se va en silencio se escuchan otros cantos. Al pasar de nuevo el barranco, caudaloso en verano y blanco ahora, la pendiente se endurece y va enlazada por giros ocultos, dado que los hitos se han tapado y las guías de las marcas amarillas y blancas de la PR-87 se van escondiendo. No tiene mucha pérdida, dado que el agua siempre tiene que bajar a la derecha.

Este esfuerzo tendrá pronto recompensa. Acostando nuestros pasos hacia la derecha llegamos al cruce con el camino popular que viene del refugio de Lavasar y Saravillo. Un indicador nos dice que quedan veinte minutos al ibón, pero con nieve serán más al cruzar las campas donde en verano pastan vacas. Ahora los centímetros de manto pueden superar la rodilla.

La panorámica es impresionante. Por un lado se divisa la ladera sur de las Peñas de Mediodía y las Once, reloj natural del Chistau. Al fondo se divisa la Colladeta, paso hacia Armeña (GR15), y a la derecha la espalda de piedra que desciende de Cotiella y da su bello marco al ibón. Los esqueletos de dos imponentes troncos informan que estamos sobre el lago helado, un lugar mágico y precioso que respetar y cuidar. El regreso se hace más ligero por la misma ruta, esperando tener tiempo para admirar los pueblos chistabinos.