Egan Bernal cruzó la meta de Val Thorens, en la etapa recortada por amenaza meteorológica con la que se despedía a los Alpes, y comenzó a creérselo con la ilusión de un ciclista de 22 años que hoy hará historia en su país al convertirse en el primer colombiano que gana el Tour después de los intentos fallidos de Lucho Herrera y Fabio Parra en los 80 y de Nario Quintana y Rigo Urán en la actualidad.

Siempre arropado por un Ineos que vino a lo que vino; es decir, a ganar en París y por ello trabajó serio, a conciencia (y ayer con Geraint Thomas, último vencedor, entregado en cuerpo y alma al nuevo rey amarillo). Llevan venciendo, ahora como Ineos y antes Sky, todos los Tours desde el 2012, a excepción de la edición del 2014 que ganó Vincenzo Nibali, precisamente el triunfador de la etapa.

«Miraba los carteles y veía que quedaban cuatro kilómetros, luego tres, dos y no me creí que había ganado el Tour hasta que Thomas, en la meta, me dio una palmada. Aún queda París. Es increíble». Bernal estaba feliz. No es que le preocupara mucho que le recortaran kilómetros por culpa de unas carreteras impracticables debido al temporal del viernes. Pero cada kilómetro que le quitasen a la etapa del adiós alpino era una bendición para el colombiano de moda. Bernal era el más fuerte, el que podía responder a cualquier ofensiva final, que nunca llegó más allá del ataque en la zona de vallas de los corredores del Movistar; Valverde, segundo y Landa, tercero, ante el desconcierto general.

Siempre podía llegar una avería, un contratiempo que le hiciese vivir un sobresalto inesperado, aunque siempre, siempre tuvo a su lado a la fortaleza del Ineos que, aunque no fue el bloque de cemento que acompañó en otro tiempo al ausente Froome, tuvo la suficiente consistencia para arropar a su líder, el que fuera, Bernal o Thomas.

Camino de Val Thorens, con solo 59,5 kilómetros que se recorrieron como si todos fueran sobre bicicletas eléctricas, volvió a suceder lo que ha ocurrido en cada etapa importante de montaña; primero en los Pirineos y ahora en los Alpes. El Ineos no tuvo que trabajar tanto como antaño porque otros, el Movistar, casi siempre, y ayer, el Jumbo, le hicieron una labor que le venía como anillo al dedo. A más velocidad, más desgaste de los rivales. A más velocidad, nadie se mueve, unas veces para buscar la ofensiva soñada pero que no fue real del Movistar, y otras para eliminar a Alaphilippe, tocado y hundido, para que Kruijkwijk se instalase en el podio de París junto a Bernal y Thomas. Colombia sonríe por sus ciclistas mientras otros se entristecen por los suyos.

FRANCIA LLORA / En menos de 48 horas Francia pasó de ser un paraíso ciclista de felicidad, con dos de sus chicos luchando por el Tour -Julian Alaphilippe y Thibaut Pinot- a convertirse en un país desolado, pañuelo en mano y llorando porque en Val Thorens, mientras Alaphilippe sucumbía al látigo del conjunto Jumbo, se esfumaba el sueño de romper el maleficio del que habló Emmanuel Macron en los Pirineos y que ha provocado que desde 1985, desde Bernard Hinault, ninguno de los suyos triunfe de amarillo en los Campos Elíseos. Deberán esperar hasta el curso que viene. Y, sobre todo, recuperar anímicamente a los dos aspirantes de este año, los que han llorado; uno por retirarse lesionado y el otro por perder definitivamente todo a menos de un día del paseo por París.

«Merecía estar en el podio por todo lo que ha hecho en este Tour, desde el principio. Alalphilippe ha hecho la carrera diferente», dijo Geraint Thomas, ganador del 2018, segundo del 2019 y que peleó codo con codo con el corredor francés mientras Alaphilippe respondió. Faltaban escasos 13 kilómetros para la cima de Val Thorens y Alaphilippe dijo basta.