Muerto el perro no se acabó la rabia. El sistema nervioso del Real Zaragoza, de su afición, ha sufrido tantas mordeduras de animales infectados hasta la médula de sus propios egoísmos, que tardará en desterrar alguna de las secuelas. Una de ellas, absolutamente comprensible, es la tendencia a buscar uno o varios culpables, sobre todo si después de la posguerra contra Agapito Iglesias le ofrecen un mendrugo de equipo. Víctor Muñoz, el director deportivo, el preparador físico, la plantilla, el cuidador del césped y hasta la chica del calendario han sido condenados durante estas últimas semanas como responsables de una puesta en escena preocupante. Al ejército de críticos no les falta la razón, pero las perspectivas, por muy sanas que sean, no son ajenas a peligrosos puntos negros de visibilidad incluso cuando todo está nítido a través del parabrisas.

Al final del partido contra el Alavés se pudo leer que el encuentro no había sido estético. Se entiende la apreciación del amanuense como licencia literaria, pero hombre cuesta mucho imaginarse que a lo largo de la temporada el Real Zaragoza sea reclamado para desfilar por las principales pasarelas del fútbol internacional. Bastante tiene el conjunto aragonés con pintarse la cara con el maquillaje de guerra sobrante como para además exigirle que luzca palmito en Segunda División, categoría de baja cuna en la que para contemplar un pase en condiciones hay que solicitar entrada con años luz de antelación.

UN TRIUNFO BIEN PARECIDO

Los errores, personales o colectivos, pertenezcan al saxofonista o al director de orquesta, se han sucededdo antes y lo harán después de la importante primera victoria del curso, un triunfo si no bello bastante bien parecido. El Real Zaragoza tocará correcto y desafinará a la espera de que entre todos los músicos contratados en el metro y en los callejones logren una composición lo más agradable posible para el oído, la vista y la clasificación. El sábado no dieron un recital, pero hubo notas muy coloridas, entre ellas ese don ya percibido de marcar goles que causarían duras disputas en la sala de subastas Christie's. Cuatro solo, si bien deslumbrantes y en nada casuales. Una rica variedad de recursos en la primera y segunda línea, con Dorca, Ruiz de Gallarreta y Álamo para asistir.

Pedro Sánchez, Eldin y Borja en dos ocasiones han sido los autores de espectaculares tantos en la elaboración y la ejecución. La llegada al once de Willian José promete también algún que otro diamante en bruto. Mientras se buscan piedras de canto en la alineación, en los cambios o en las convocatorias para estampárselas en la cabeza a quien se ponga a tiro, resulta que el Real Zaragoza todavía inestable, sin vertebrar y deudor en todos los mercados del universo va de elegante en la finalización del ataque. Lo suficiente para calmar en lo posible la rabia aún vigente del perro muerto de Agapito Iglesias y para no ponerse de uñas porque que la chica del calendario, siempre que sea eficaz en su trabajo, no pertenezca a la cantera.