Brasil despertó ayer en estado de shock. La histórica derrota ante Alemania no solamente ha supuesto una humillación difícil de asimilar por los orgullosos brasileños, organizadores de este Mundial de fútbol y pentacampeones mundiales, sino que ha supuesto un auténtico terremoto social que amenaza con colapsar el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff. En las horas siguientes al fracaso de la seleçao, el olor a goma quemada y el picor provocado por el gas lacrimógeno regresaba a los sentidos de los habitantes de las principales ciudades del país.

Mientras muchos expresaban su dolor a lágrima viva, otros, una minoría, optaron por desatar su furia con violencia. Un total de 17 detenidos por pelear y enfrentarse a la policía en Belo Horizonte, 20 autobuses calcinados y saqueos en Sâo Paulo, disturbios en la Fan Fest de Recife con la intervención de la policía montada en el recinto y en Río confusión, peleas y robos entre los 20.000 aficionados en la Fan Fest de Copacabana, con un resultado de siete detenidos.

Aislada, invisible y silenciosa, como ha permanecido durante gran parte del Mundial, una atemorizada Dilma Rousseff cruzaba los dedos desde el Palacio Alvorada, residencia oficial de la presidenta en Brasilia. ñNi en mi peor pesadilla me imaginé algo así. Como aficionada, por supuesto, estoy tremendamente afectada porque comparto la tristeza de los aficionados. Ser capaces de sobreponernos a la derrota es lo que debe caracterizar a un gran equipo y a un gran país", afirmó por la mañana de ayer la presidenta en una entrevista televisiva con la CNN.

El deseo de Dilma era que aquellas expresiones de violencia aisladas de la noche anterior no prendiesen la mecha de los colectivos anti-Mundial y con ello revivir situaciones como la de la Copa Confederaciones hace un año. Ella es la que más se jugaba en esta edición del torneo, al que gustaba de calificar como ñla Copa de las Copas". Durante las últimas semanas Dilma sacó pecho y presumió de la sorprendente buena marcha de la organización y el ambiente festivo que dominó la competición.

Sin apenas protestas ciudadanas y la canarinha avanzando, la presidenta se atrevió a enviar mensajes desafiantes a sus adversarios políticos y colectivos contrarios al evento. Incluso el índice de aprobación a su gobierno había aumentado del 34% al 38% en un mes, según los datos de la última encuesta de Datafolha. ñHemos metido una goleada a los pesimistas, a los que anunciaban que el Mundial sería un caos. Está siendo un éxito y podemos estar orgullosos", declaró con arrogancia tras el pase de Brasil en cuartos de final.

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