«Nada más terminar el calentamiento previo al combate por el bronce, su compañero Sami Ennkhaili me ha dicho: ‘Está como un tigre’», explica Santi Velilla, el entrenador del Sankukai donde Babacar Seck se entrena desde que llegó a Zaragoza con diez años. Y acto seguido Seck ganó el bronce en su primer Mundial, con 20 años, al imponerse por 7-1 al portugués Filipe Reis. «Ha sido complicado porque en los primeros 30 segundos ha acumulado tres sanciones de categoría dos. Una cuarta le hubiera supuesto la eliminación pero ha aguantado los 2.30 minutos restantes sin cometer un error. Ha hecho pocas acciones pero muy claras», relata Velilla. El Sankukai ha llevado a cuatro karatekas y hoy se colgará otra medalla: Raquel Roy disputa la final por equipos de kata.

El entrenador se fijó en Seck nada más llegar al barrio de Delicias, donde vive desde los diez años. Nacido en Senegal, su padre fue el primero en llegar a Zaragoza tras un viaje en patera. Babacar llegó después en avión y posteriormente se juntaron en la capital aragonesa toda la familia, los seis hermanos. «Llamaba la atención lo serio que era, la actitud de trabajo que tenía para ser un niño. Siempre venía al gimnasio una hora antes del entrenamiento, y lo sigue haciendo», recuerda Velilla, que añade que es tan serio entrenando y trabajando como divertido después, cuando se preocupa por todo el mundo y hace bromas sin perder la humildad ni la perspectiva.

Hace unos cuatro años, para intentar sortear la crisis, su padre emigró de nuevo, esta vez a Austria, para trabajar. Babacar se quedó en Delicias con su madre y sus cinco hermanos, pero ahora los cuatro pequeños y su progenitora están en Dakar. En Zaragoza se han quedado solo Babacar y su hermano mayor, así que entre los dos deben trabajar para ganarse la vida, ocuparse de la casa, estudiar y entrenar. Babacar hizo un curso de vigilante de seguridad y ahora hace otro de soldadura, misma profesión de su padre y su hermano mayor. Por las tardes acude fielmente al Sankukai para continuar su progresión.

Babacar es ambicioso. Aunque el de Madrid ha sido su primer Mundial absoluto, quería la medalla de oro. Pese a que no estaba entre los tres primeros del ránking, su combate por el bronce en el pasado Europeo le demostró que podía estar arriba y aspiraba a lo máximo. Al final supo gestionar las emociones para colgarse un bronce que supone un paso importante para él. Porque en su mente está Tokio, los Juegos Olímpicos del 2020, en los que el kárate ha sido incluído por primera vez y con los que Babacar sueña en voz alta.

«Es muy complicado clasificarse porque solo van diez atletas por peso de todo el mundo, las plazas van a estar carísimas», explica Velilla. El paso del bronce Mundial es importante pero solo un paso más. En un par de semanas le espera el Campeonato de España en el que ha de pelear por una plaza en el Europeo para el que empezará a entrenarse el martes. De momento, Babacar se mostró «súper feliz, muy contento» por una medalla muy trabajada. «Al principio me ha costado un montón. Estaba más preocupado de no salirme que de agarrar por las sanciones», continuó, aunque finalmente estuvo toda la tarde haciéndose fotos y pudo celebrarlo «con todos los que me han apoyado y ayudado todos estos años, y con mi familia». Con la de Senegal y con la del barrio de Delicias.