El empate que el Real Zaragoza extrajo del Mini Estadi es anecdótico. Quizás a los más resultadistas les parezca estimulante haber firmado las tablas ante un equipo de alto rango como el Villarreal. Pero el trasfondo va mucho más allá del luminoso. Reside en la cara de la escuadra blanquilla después de pasar por los vestuarios y tras sobreponerse a la dictadura del balón por parte del equipo de Javier Calleja. Fueron unos minutos audaces que permitieron vislumbrar brotes verdes y trazar el camino a seguir para un inminente inicio de Liga.

Imanol Idiakez alineó un once experimental. Con un rombo redibujado al 4-1-4-1 y con diversas modificaciones. Nieto ocupó el lateral izquierdo, Aguirre cayó al costado zurdo y Pep Biel al diestro. Su actuación durante el primer acto, al igual que el resto de la plantilla, careció de contenido. Apenas pudieron interactuar con el balón ante el control absolutista del Villarreal. Un tramo algo vacío, relucido por las interesantes pinceladas de dejó dupla de centrales compuesta por Álex Muñoz y Simone Grippo —que apunta a ocupar la titularidad—. El acto más destacado fue el error de Diogo Verdasca. Su fallo no solo produjo un gol en contra, también le permitió al preparador zaragocista tomar la decisión de sustituirle tras el descanso por el joven Albert Torras. El portugués ya ha demostrado ser un central capaz de rendir en Segunda, pero sus aptitudes se alejan de lo que requiere un puesto tan sofisticado y relevante en el sistema zaragocista.

La puesta en escena de Albert Torras fue positiva. Se trata de un centrocampista que demostró tener cuajo para suplir al exquisito faro navarro. El lavado de imagen llegó cuando se juntaron en el campo Torras, James Igbekeme y, posteriormente, Alberto Soro. El equipo ganó en confianza con la pelota, no desecharon la posesión y fueron capaces de irritar al club amarillo con sus propias armas. Torras tuvo criterio para sacar la pelota. La protegía de espaldas ante la presión rival. Buscaba pases con criterio y proyectaba el equipo hacia arriba con sus conducciones en largo.

Aunque su loable función tuvo mucha ayuda en James Igbekeme. El centrocampista nigeriano volvió a mostrar su férrea condición física. Con combustible para ser un incordio y no mostrar signos de cansancio. Recuperador y pasador. Sin duda una herramienta todavía por afinar, pendiente de su adaptación al fútbol y al entorno, pero se le atisban maneras para terminar convirtiéndose en un elemento importante para Idiakez.

Antes de los mejores minutos del Zaragoza llegó la jugada que cambió la contienda. Oliver Buff mostró un nuevo truco de su distinguido repertorio. De esos que, por arte de magia, te cambian un partido. Solo con un toque. Así habilitó a Pep Biel para que batiese a Sergio Asenjo. Mención también para el balear; osado desde el primer momento y con la polivalencia suficiente para jugar de interior, mediapunta o en un costado. Un comodín magnífico para el esquema blanquillo.

La segunda parte del Real Zaragoza en el Mini Estadi volvió a demostrar que el equipo tiene una esencia que parte desde la pelota. Al equipo todavía le queda una última prueba de pretemporada frente al Levante en La Romareda. Será el test definitivo para poder apreciar un once más perfilado hacia el inicio de Liga, donde las pruebas quedarán relegadas a un segundo plano y se podrá apreciar con mayor claridad la situación actual del equipo.