—Usted nació en Baden, pero pronto se marchó a vivir a Zúrich. ¿Cómo irrumpió la chispa del fútbol en su vida?

—Mis primeros contactos con el balón fue a los 4 años. El balcón de mi casa daba a un campo de fútbol de una escuela, ahí veía a los niños jugar y yo también quería participar. Desde entonces solo buscaba el rato de jugar con la pelota.

<b—Llevaba desde los 12 años dentro del FC Zúrich y pasó por casi todas sus categorías. Es prácticamente su hogar.

—He pasado casi toda mi vida con esos colores, llegué muy joven al fútbol base y desde ahí fui creciendo hasta llegar a jugar con el primer equipo. He sido un jugador que se ha criado ahí. He hecho de todo en el Zúrich, hasta me tocó trabajar en la oficina.

—¿Por qué motivo tuvo que hacer esa labor?

—Era un servicio obligatorio en Suiza. Buscan que te formes de la mejor manera y para ello te exigen que trabajes en algún departamento. Yo me quedé a ayudar en las oficinas del Zúrich, junto a mi amigo y excompañero Josip Drmic, que ahora juega en el Borussia Mönchengladbach.

—Usted formó parte de uno de los mayores logros en la historia futbolística de Suiza tras conseguir el Campeonato del Mundo sub-17. Fueron una generación maravillosa.

—Creo que es el mayor éxito. Hasta entonces solo se había conseguido una Eurocopa sub-17 y lo que hicimos nosotros fue todo un acontecimiento para nuestro país. La gente lo celebró por las calles. Fuimos un equipo con grandísimos jugadores. Estábamos Drmic, aunque él no fue por problemas con el pasaporte, Xhaka, Ricardo Rodríguez, Seferovic… Éramos todos jóvenes promesas del fútbol europeo.

—Tras ganar la Copa del Mundo tuvo muchas ofertas y propuestas de equipos muy importantes.

-Cuando logras un título así todos los clubs importantes miran a ver los jóvenes jugadores que hay en esa plantilla. Hubo equipos como el Inter de Milán o el Oporto que preguntaron por mí, pero al final no se concretó nada. Yo quería hacer muchos partidos en el Zúrich y luego probar en otro país.

—Usted fue uno de los jugadores más destacados de aquella selección, llevaba la batuta.

—Jugué todos los partidos en el centro del campo y me sentí muy bien. Jugábamos un 4-4-2, con Kasami y yo en el medio.

—¿En qué posición se siente más cómodo jugando?

—Donde más disfruto es de 10, jugando por detrás de los atacantes. Creo que es donde más cómodo me siento, aunque también he jugado mucho de 6. En estas dos posiciones rindo mejor. Aunque en el Zúrich solo me ha faltado jugar de portero porque me han llegado a poner de central hasta de lateral derecho.

—¿Fue algo habitual que desempeñase funciones defensivas?

—La verdad es que fue algo puntual, bastante raro. Alguna vez me tocó jugar como Simone Grippo, en el centro de la defensa. Recuerdo un partido contra el Borussia Mönchengladbach en la Europa League donde jugué como central. La prueba fue muy exigente, pero me tuve que adaptar a aquello que me pedía el entrenador.

—¿Cómo le perjudicó tanto cambio de posición en su progresión?

—Perdí dos años en mi progresión por jugar de forma repetida lejos de los puestos donde más he rendido. La edad que va de los 20 a los 21 años es una fase muy importante para el crecimiento del futbolista, y conmigo no supieron encontrar la mejor ubicación. Creo que hubiera podido explotar más como futbolista si no hubiera tenido tanta inestabilidad en el campo.

—¿Se arrepiente de no haberse marchado antes al extranjero?

—En el Zúrich todo cambió mucho. Al principio ellos me decían que lo iba a jugar todo, que iba a ser muy importante. Pero un entrenador me relegó a un segundo plano y estaba preocupado. Muchos compañeros míos estaban fuera teniendo buenas experiencias y yo estaba estancado, sin poder crecer mucho. Siempre tuve la duda de haber aceptado alguna oferta, pero me tiró quedarme en el Zúrich.

—Usted se quedó con el Zúrich cuando descendieron a Segunda División. En vez de marcharse permaneció en su equipo.

—No podía dejar al equipo así, tenía que quedarme y devolverlo a la elite. Al fin y al cabo he pasado ahí parte de mi vida, es parte del sentimiento. Tampoco quiero ser un jugador que cambie constantemente de club porque no estaría contento. Esto va más allá de un trabajo, en el fútbol también importa el sentimiento de pertenencia. No quiero ser un jugador más, yo quiero dejar huella y después de mi retirada que la gente me recuerde. Y esto mismo me encantaría hacer en el Real Zaragoza. Quiero que sea más que una experiencia.

—Resulta raro hoy en día ver un futbolista que tiene en cuenta sus sentimientos hacia un club.

—Fue una decisión nada positiva para mi carrera, pero no iba a salir del club en esas condiciones. Hablé mucho con mis padres y mi representante, les dije que no me iba de ahí. Ahora puedo hablar con la gente del club, y con los aficionados sin tener remordimientos. Tuve ofertas de otros equipos, pero en el fútbol importan más los sentimientos.

—Los fans querían que se quedase en el Zúrich. ¿Por qué decidió partir hacia una nueva experiencia?

—Tenía 25 años, ya no era aquel joven. Consideré que mi etapa en Suiza había llegado a su fin, quería probar otras culturas, un fútbol diferente, y el Real Zaragoza era ideal. Lo que buscaba. Un club histórico, de una ciudad importante y que acabará jugando en Primera. Lo tiene todo.

—Dicen que usted tiene una fuerte personalidad. Perdió el derbi contra el Grasshopper por 5-0 y la mayoría de los futbolistas esquivaron a la prensa, sin embargo usted quiso dar la cara.

—Es lo menos que se puede hacer por los fans y todas esas personas que hay detrás. Pierdes contra tu máximo rival, entiendo que es lógico que se den explicaciones. A veces uno piensa demasiado, pero el futbolista tiene también que saber dejarse llevar.

—¿Cómo fueron sus primeros contactos con Lalo Arantegui?

—Cuando Lalo contactó conmigo me expuso desde el primer momento el objetivo del proyecto que llevaba entre manos. Quería hacer un equipo joven y de futuro cuyo objetivo no era otro que ascender a Primera División. Hablando con él me dijo que me conocía desde el 2014, me vio en el partido que jugamos con el Zúrich en Villarreal.

—En apenas seis meses ya habla castellano con soltura, su adaptación a la cultura española está siendo bastante rápida.

—El español es un idioma que me gusta, desde el primer momento que llegué aquí quería aprender el idioma cuanto antes. Ya no solo por querer saber más la lengua, un futbolista está obligado a adaptarse al país donde está y a su cultura. Es indispensable para rendir mejor.

—¿Cuántos idiomas habla?

—Hablo cuatro idiomas, alemán, suizo-alemán, inglés y, ahora, español. Estudié francés en la escuela pero lo he olvidado todo. El español lo llevo bastante bien, pero tengo que mejorar en la conjugación de los tiempos pasados.

—¿Cómo ha vivido el cambio de vida entre Suiza y España?

—No hay un choque cultural muy elevado con respecto a Suiza. Aquí la gente es mucho más abierta, la comida y el tiempo están muy bien. Quizás el calor que hacía en verano era algo asfixiante, por las noches no podía dormir porque mi aire acondicionado estaba roto y el calor era muy duro. Las primeras semanas no pegaba ojo.

—¿Cree que el ritmo de la competición española le ha podido pasar factura?

—Puede que al principio me haya costado adaptarme, pero he jugado partidos de Europa contra el Villarreal y más ritmo que ahí es difícil que pueda haber. Hay que saber adaptarse a un fútbol diferente, sin embargo yo pienso que tengo cualidades que encajan con este tipo de campeonato.

—Al principio comenzó jugando con regularidad. Sin embargo, hasta el pasado partido frente al Lugo disputó once minutos en los últimos ocho partidos. ¿Cómo vivió esta situación?

—Ante el Huesca no lo hice bien, ninguno rendimos correctamente. A partir de ahí jugué menos, pero es el míster el que tiene la responsabilidad de elegir los jugadores que crea que mejor van a ayudar al equipo. El dijo que iba a jugar menos y para mí fue muy difícil porque es una situación que me afectó. Pero ahora creo que tendré más protagonismo ya que me esfuerzo mucho cada día.

—¿Tuvo muchos problemas físicos?

—No, no he tenido nada especial. Cuando jugaba miraba mis estadísticas y muchas veces he sido el que más ha corrido.

—Frente al Lugo hizo un sombrero nada más salir y, además, marcó un golazo de falta y da un travesaño. Fueron unos minutos soberbios.

—Sentí que volví a debutar. Se trató de un partido importante para mí. Sé que va a haber buenos momentos en la temporada de la misma forma que ha habido malos. No soy un jugador que se acostumbre a anotar goles, pero suelo marcar algún gol de falta directa.

—Están usted y Zapater. Buena pareja para lanzarlas.

—Zapa le pega muy bien, sus disparos están llenos de potencia. Los míos, quizás, van más colocados. A mí me gustan más los lanzamientos más cercanos al área, pero es muy buena noticia para el equipo que estemos dos lanzadores así.

—¿Qué le transmite Natxo González en los entrenamientos?

—Una semana antes del partido entrené muy bien. El míster habló conmigo antes del partido y me transmitió su confianza. Me dijo que creía en mí y que aún tenía mucho que ofrecer. El triunfo en La Romareda no fue solo mío, todo el equipo rindió muy bien, pero también me lo facilitó el rival. Cuando un equipo deja espacios y no se cierra atrás yo puedo tener una mayor presencia. Posiblemente no hubiera jugado igual contra el Alcorcón.

—¿Qué le faltó al equipo en el primer tramo de Liga?

—Creo que no hemos tenido mucha suerte en varios encuentros. Posiblemente nuestro juego ha merecido muchos más puntos, pero es cierto que en los últimos partidos que disputamos a final de año no jugamos a un buen nivel. Ahora estamos en un momento positivo y tenemos que tratar alargarlo.

—¿Cree la plantilla que el objetivo sigue siendo mirar arriba?

—Todos nosotros miramos arriba. Sabemos que estamos aún lejos, pero estamos mejorando y los resultados nos están acompañando. Estamos en la buena dirección y podemos aspirar a más. Queremos subir, pero tenemos que ir partido a partido.