Estaba a punto de terminar la primera charla del ciclo ‘La Montaña y sus protagonistas’ organizado por Montañeros de Aragón. El guía y alpinista francés Remi Thivel había realizado una conferencia de más de hora y media hora sobre su experiencia en algunas de las grandes paredes de todo el mundo. Wadi Rum en Jordania, Ben Nevis en Escocia, Les Ecrins y el Mont Blanc en los Alpes y sobre todos sus cuatro lugares más queridos en los Pirineos: Montrebei, Gavarnie, Vignemale y Ordesa. A continuación llegó el turno de preguntas. Fue entonces cuando los asistentes se quedaron de piedra cuando afirmó. «Nunca he sufrido un accidente», reconocía el galo.

Thivel habla perfectamente el español y además de gran escalador, es un hombre muy sincero. «Soy bastante maniático. Cuando hago las cosas las hago todas bien y no lo dejo al azar. Pero también hace falta suerte, porque con todo lo que he hecho, nunca me ha pasado nada. Hace tres años me rompí un dedo del pie corriendo» indica Thivel. Para el escalador, las montañas del Pirineo «no son peligrosas. No hay caída de piedras en invierno cuando se escala. En los Alpes es más peligroso escalar si hace calor», apunta.

Thivel se define como un pirineísta clásico. Lo que más le apasiona son las grandes paredes de hielo y nieve en actividades con gran compromiso. «Lo que más me gusta es escalar en hielo fino. Hago un poco de todo y soy un alpinista polivalente». Su actividad deportiva la compatibiliza con la de guía de montaña. Es fotógrafo y ahora hace vuelo libre en el sendero pirenaico corriendo en 12 días.

Nació en Perigueux hace 49 años, en el centro de Francia, pero desde hace 20 vive en el Pirineo, en la pequeña localidad de Sevignacq Meyracq, en el corazón del valle d’Ossau. «Tiene 2.000 habitantes. Es un paisaje verde y con bosque. El lugar está bien para vivir. Cuando salgo de mi casa veo en el centro del valle el Midi d’Ossau», explica. Su macizo preferido es el Vignemale. «Es la gran montaña del Pirineo. Me encanta la cara norte. La habré escalado 30 veces. Allí están las paredes más comprometidas y con más historia del pirineísmo. Ahora escalo el Midí d’Ossau cuando me llaman los clientes». Para Thivel, Ordesa es «el mundo del vacío, pero la escalada es bastante fácil. Gavarnie es el templo de las cascadas de hielo. Me alucina la Gran Cascada, el Overdose. Lo que se hizo en tres días, lo realicé en tres horas», explica.

Es un romántico porque puede vivir del alpinismo. «Me parece que todo es más caro y hay que estar toda la vida trabajando. Pero tengo la sensación de vivir bien. Tengo poco tiempo para escalar con los amigos. Con clientes hago cosas que me gustan y he abierto vías con ellos», dice.

El modelo

Su modelo de escalador es Walter Bonnatti. «Leí sus libros siendo joven. Iba a las caras norte sin conocer la meteorología en invierno. Ahora alguien como Ueli Steck me fascina. Mezcló el deporte puro con actividades muy comprometidas». Es guía de la ENSA en Chamonix. «Me gustan mucho sus montañas, con agujas increíbles. Son como las sueñas de pequeño. Pero hay mucho dinero, polución y negocio. En el Pirineo la vida es simple y tranquila». Le gusta ir en solitario a las grandes paredes. «Eso se lo debo también a Bonatti, que quería hacer lo más difícil posible, en invierno y en solitario. Ser un buen alpinista era buscar lo más comprometido posible. Solo tienes una gran sensación de libertad».

También conoce el Himalaya. «En Nepal subí el Pasang Lhamu, de 7.451 metros y abrimos en el Baghirati, una pared de 1.300. Me gustaría volver, pero es mucho dinero, mucha espera en los campamentos base para intentar algo que quizá no puedas hacer». Queda mucho por hacer en el mundo. «La Patagonia me hace soñar. Son las montañas del futuro. Al ser muy pequeñas las ventanas de buen tiempo, un alpinista que escala rápido y con una condición física muy buena puede hacer cosas excepcionales».