Ni un defecto ni una virtud. La misión del base en el CAI entrega pocos momentos para el destello personal y muchos para permanecer en el silencio del anonimato del juego colectivo. El análisis de su actuación en la primera vuelta de la Liga LEB no arroja una responsabilidad preferente en el inicio desigual de la campaña. José Luis Galilea y Roberto Núñez no deslumbran por su aportación anotadora ni se puede hallar un encuentro en el que su aportación individual haya sido desequilibrante, pero su trabajo ha sido bien medido para sumar victorias y su brújula será esencial para encontrar el camino del ascenso.

Los ideales de Quintana encasillan a los bases en su versión más autóctona y tradicional. La dictadura de los sistemas sobre la improvisación eleva a su máximo exponente el significado de director de juego y eliminan los aditivos del playmaker moderno, más chupón , incisivo y anárquico.

La serena batuta de ´Galis´

Ese cargo espartano y sacrificado fue entregado a Galilea, un base con callos en las manos, meticuloso y cerebral, pulido en la serenidad tras su fama de triplista explosivo. Galis es la primera batuta y su comportamiento regular. Aporta tranquilidad en el juego y en el vestuario, liderazgo como capitán, templanza en el estático, visión para el pase (2,7 asistencias por partido) y puntería (61% de 2 y 43% de tres) aunque es comedido en el tiro (su tope anotador fue 16 puntos ante el Melilla). Su aportación parece invisible, pero cuando el equipo se quedó huérfano de su guía (una lesión le apartó en el fatal tour por Cáceres, León y Plasencia), el CAI experimentó un peligroso retroceso.

La otra cara de esta moneda representa otra visión del baloncesto. Roberto Núñez es un base con un juego más impulsivo. Hasta el momento (9 partidos) no ha demostrado tener una capacidad de desborde ni una visión de juego especial, pero sí se ha definido como un tirador nato, por cantidad y calidad. Ha lanzado igual que Galilea (59 por 60 tiros) y eso que ha jugado la mitad que el vasco (165 por 349 minutos).

En este sentido su perfil es un híbrido cercano a las funciones de escolta. Ha lanzado 47 veces de tres (32%), muchas de ellas de forma precipitada y muy lejana. Esta insistencia es un arma de filo; desatasca el ataque o es un simple suicidio. La falta de rodaje en las últimas temporadas, su currículum y la insistencia de la secretaría del club por su fichaje --insinuado desde hace un año-- le dan un margen amplio de mejora.

Un matrimonio roto

El tercer nombre de la lista ya no está en la plantilla. Anda por Bilbao. La inclusión de Galilea degradó al espídico Ciorciari, cuyo liderazgo estaba en duda tras la anterior campaña. El matrimonio entre el Diego y Quintana nació como un divorcio en potencia. El santaferino y el técnico no coincidían en su visión de juego. La disputa fue resuelta desde las alturas. La directiva se decantó por Quintana. Núñez rectificaba, ahogado por el ostracismo de Vidorreta, y se marchaba a Zaragoza en busca de minutos y Ciorciari se iba cedido a foguearse en la máxima categoría, donde no le va nada mal.