"No se vivía algo así desde Getafe", decía ayer un aficionado del Real Zaragoza. Lo hacía emocionado, como cada uno de los cerca de 15.000 zaragocistas que acudieron a la plaza del Pilar a pedir ayuda para un equipo que se muere. Evocaba el hincha quizá el último momento feliz del club, cuando allá por el 2012, ya en plena dinámica irreversible hacia el caos, el Zaragoza se salvó del descenso a Segunda.

Hoy, dos años más tarde, la entidad corre el riesgo de bajar a Segunda B, a punto de ahogarse entre ventas y reventas, deudas y negociaciones, comisionistas e intermediarios. Por todo ello, los diferentes estamentos del zaragocismo --las peñas, los exjugadores, los aficionados-- unieron al fin sus fuerzas ayer y se concentraron en el Pilar, el recurso de los desesperados, el lugar de los milagros.

Diez minutos antes de la hora fijada, la calle Alfonso estaba, como siempre, llena de gente caminando. Esta vez, en cambio, la mayoría iba de blanco y azul. Y el habitual murmullo de fondo dejaba paso un grito al unísono: "Zaragoza nunca se rinde".

Cedrún, Chucho Solana, Juan Señor, Láinez, Canario y muchos más aguardaban en la plaza, rodeados por miles de zaragocistas, muchos más de los que habían aparecido en las últimas protestas. Tantos como en las grandes citas recientes de la entidad: en el partido ante el Levante, en Getafe, en la manifestación contra Agapito en diciembre del 2011. "Agapito no, Zaragoza sí", clamaban los aficionados; no era el soriano, sin embargo, el único blanco de la hinchada. A Lasheras, cabeza visible del grupo de empresarios que controla el club, también le pitarían los oídos y se vio alguna pancarta que rezaba: Políticos culpables.

Pero toda la angustia y el cabreo de los aficionados se convirtió ayer en esperanza y alegría. Por esa exhibición de unión y fuerza, y también por la aparición de la tercera vía, con el empresario aragonés César Alierta al frente, que se presentó ayer y que ha logrado convencer a los aficionados por la reputación de los nombres y la contundecia de los 8 millones que dicen haber enviado a la Liga. Futuro para el Real Zaragoza, se leía en la pancarta principal. Afición de Primera o Nosotros somos el verdadero Real Zaragoza eran otras.

Comenzó a cantarse el himno y la plaza retumbaba. Más lo hizo al coro de "Agapito el que no bote". Fue un acto liberador de una afición que lleva mucho tiempo padeciendo. Tanta pasión se puso que la concentración se desbordó y se convirtió en una marcha, que fluyó por la calle Alfonso, Independencia y Fernando el Católico y llegó hasta La Romareda."Esto es zaragocismo a flor de piel", advirtió Solana. "Era el momento de conseguir unir a tante gente y demostrar que el Zaragoza no puede desaparecer", añadió. "En todos los años que llevo aquí nunca la situación había sido tan grave, pero lo de hoy es zaragocismo puro", coincidió Canario.