El CAI Zaragoza llegaba a Tarragona con demasiados achaques, enfermo por una racha nefasta (2 triunfos en 10 partidos) y dejando a su paso un rastro inequívoco de frustración y debilidad en el peor momento, con los playoffs llamando a su puerta. Pero en un partido, en menos, en medio, el CAI sacó la cabeza del túnel de despropósitos por el que venía transitando desde demasiado tiempo. La resurrección fue un chispazo de optimismo para avivar las esperanzas de ascenso de una afición que no se merecía tanto sufrimiento. La victoria cómoda fue cosechada por ese CAI caníbal al que durante doce jornadas y una Copa no le tosía nadie y que reapareció parcialmente en una primera parte en la que recuperó su estilo propio. A base de casta defensiva, velocidad en el ataque y con el autoestima por las nubes, el cuadro de Alfred Julbe se reencontró consigo mismo, con su mejor baloncesto y con el olvidado sabor de una victoria.

El CAI viajó a Tarragona con un sólo americano pero entró a la pista con Otis y la presencia anímica de otro. La llegada de Rocky Walls, conocida en la mañana de ayer, fue un bálsamo curativo para sus futuros compañeros. Esta sensación se notó muy pronto. El CAI se presentó a su rival bien despierto y sin ninguna gana de perder el tiempo. No quiso dejar ni un resquicio para la esperanza al conjunto local y se avalanzó hacia la victoria con tal fiereza que el Tarragona poco pudo hacer, aunque también se jugará ayer sus últimas opciones de entrar en el playoff .

DEFENSA Y REBOTE Fue una reacción en cadena. El sacrificio en defensa generó un dominio devastador en el rebote y la facilidad para salir al contragolpe. Si no podía ser, en el estático, el mejor Otis o los triples (3/3 en el primer parcial) mataban al Tarragona. El 11-25 en los primeros 10 minutos demostraban la mutación del CAI. Pero conociendo al equipo de Julbe --últimamente le faltaba instinto asesino--, el parcial de 10-5 con el que los locales abrieron el segundo cuarto hacía pensar en la remontada. En esta ocasión no fue así. La reacción se alivió a base de defensa y un perfecto entendimiento en el ataque que impulsaron de nuevo al CAI a una renta cómoda (30-51 al descanso) en la que descansaría hasta el final del partido.

La dinámica se extendió hasta el tercer cuarto, cuando Julbe entendió que el triunfo era un hecho consumado y ante la falta de tensión se atrevió a meter en pista a Rodrigo San Miguel. Con el Tarragona aletargado, el CAI manejó su colchón de puntos sin riesgo y sólo la relajación de última hora (se perdió un precioso tiempo para experimentar) maquilló el resultado.

Ahora sólo queda una jornada y tres caminos para acceder a la lucha final por el título. Con el triunfo del Granada y las derrotas de Menorca y León, el CAI se encuentra empatado en la tabla con estos últimos. La victoria ante el Inca y un nuevo tropezón de esta dupla pondría a los zaragozanos en cuarto lugar. Si no pueden ser quinto o sexto.