Poco a poco, por el simple paso del tiempo, por la recuperación conjunta de los lesionados de larga y corta duración, por las propias consecuencias de la selección natural entre los jugadores y por la llegada de algún fichaje con etiqueta de titular como Arzo, cuya aparición ha elevado por sí sola la cualificación de la línea defensiva, el Real Zaragoza ha cogido al inicio de la segunda vuelta una forma parecida a la que Paco Herrera soñaba desde hacía meses. Atrás ha quedado aquel tiempo en el que se le cayó encima su ambicioso plan inicial, las semanas consiguientes de total confusión y las maniobras experimentales con la plantilla conforme varios de sus pilares iban cayendo como moscas en pleno combate. Ahora, con todo en orden, las piezas han ido encajando en su espacio más razonable y la línea que separa a los titulares de los suplentes se aprecia con absoluta nitidez, un buen indicio siempre.

Ha ocurrido así en todos los casos menos en dos. Con Henríquez, que ha cedido la camiseta de nueve titular a Roger, primero por su acusada baja forma y luego por un inoportuno contratiempo físico. Y con Abraham, al que le ha sucedido lo mismo con Rico por las mismas razones que al chileno, y otras que no vienen al caso, aunque producidas en orden inverso.

El experimento con Rico de lateral y Abraham de interior fue el primer aviso. La desaparición posterior del burgalés terminó con la lesión de Minero, que cuando ha recuperado la plenitud física ha visto como su lugar natural estaba ocupado por otro futbolista. En otros casos calcados, como el de Tarsi en el mediocentro, Herrera ha obrado diferente y ha rescatado inmediatamente al hombre más experimentado en cuanto ha tenido ocasión. Con Abraham, no. El entrenador ha conservado en el lateral izquierdo a Rico, que tuvo un aterrizaje esperanzador, que luego atravesó un bache con varios partidos muy flojos en defensa y que, en el 2014, se ha rehecho, ha ganado seriedad y rigor en la destrucción y ha mantenido la misma habilidad para poner buenos centros desde la izquierda, tensos y al sitio.

El Real Zaragoza renovó el año pasado a Abraham hasta junio del 2017 después de su excelente primera vuelta con Manolo Jiménez y de que su proyección de futuro augurara un buen negocio a medio plazo con esa operación. Un gasto ahora, una inversión al cabo de un tiempo. A pesar de su pésimo inicio de Liga este año, en el que estuvo especialmente aturdido en defensa, sigue tratándose de un futbolista con valor potencial de mercado, y esa es una condición de difícil aplicación en casi toda la plantilla.

Abraham no juega. Y la cotización de un futbolista que no juega, decrece cada día. Lógicamente, el valor del patrimonio deportivo del club también merma. El precio del lateral es hoy mucho menor al de hace un año. Se trata de una situación compleja porque la SAD no está para que sus futbolistas buenos se desvaloricen. A Abraham no le queda otra que pelear por recuperar el sitio perdido cada mañana y el día que se le presente la oportunidad de jugar, si llega, volver a ser el futbolista del 2012. Este callejón no tiene otra salida.