A la vuelta de un minuto, que caprichosamente dio para que el Real Zaragoza empatara en Lugo y no para que se consumara la derrota, a Víctor Muñoz le estaban esperando un buen número de escopetas apuntándole por cómo se había gestado el 3-2, concedido después de desperdiciar dos ventajas en el marcador, y por cómo había gestionado los cambios, especialmente el de Lolo por Mario. El entrenador prefirió al mediocentro, circunstancialmente también central, para reemplazar al jefe Abrante, sobrecargado muscularmente, en lugar de optar por el relevo natural: Vallejo.

Muñoz lo razonó a través del argumento de la experiencia. Se decantó por un hombre más baqueteado, más curtido, en busca de una seguridad que no consiguió. Lolo estuvo muy desacertado en el tercer tanto del Lugo, un equipo que nada tiene que ver con los tres rivales anteriores en la racha ganadora, bastante más peligroso. El técnico confesó que de inicio hubiera optado por el canterano. Es decir, en función del escenario su respuesta hubiera sido diferente. Con los hechos consumados podríamos hablar de un error razonado. Muñoz intentó algo, algo bien argumentado, pero no logró el fruto deseado. Nadie será capaz de demostrar nunca que con otra decisión el resultado hubiese sido otro. Solo quedó comprobada una cosa que ya lo estaba: Mario es imprescindible.

El fallo razonado en la elección del hombre designado para sustituir al central canario no es más que una anécdota de un partido que un zapatazo de Willian José convirtió en un buen punto precisamente porque su entrenador no lo había cambiado, aunque en apariencia su físico estaba más castigado que el de Eldin, que fue quien se marchó por Jaime Romero. Al final, la línea que separa los aciertos de los errores en la toma de decisiones es tan delgada... Lo sustancial no es eso. Es que el Zaragoza se resquebrajó en los instantes finales como no lo había hecho en las tres victorias anteriores, salvo aquellos últimos minutos en Palamós, pero que fue divertido y tuvo una capacidad agonística y de pelea que le permitió sobrevivir y no perder en Lugo, al tiempo que mostró lo que había enseñado con cuentagotas, pero se intuía a puñados: tiene mucha pegada. Con poco hace gol. Hasta tres si hace falta.

La buena dinámica continúa abierta. Un punto más. Las escopetas seguirán en el armero.