En 1988. Ourense. Los Suaves publicaron ese disco. Ese día piensa en mí. El de Dolores se llamaba Lola. El de Hermes a la guitarra. Aquel en el que cabe ese llanto titulado Un camino de una dirección. Ese año, ese 1 de abril, pocos meses después del ascenso del Coren a ACB, esa pareja de jóvenes pisaba el acelerador para llegar al hospital desde el concello de Baños de Molgas. Las contracciones también aceleraban. Hacía no tanto habían tenido que emigrar a Suiza, pero la morriña pesaba. Son gallegos. Esas ilusiones de regreso iban a llegar en cuerpo de retoño. De nombre David. De apellido Ferreiro. Ese pequeño que solo tenía un camino de una dirección. Como sus padres, trabajo y humildad. La única dirección.

2018. A Chaira es un campo pequeño. No cabía nadie más. Estaban todos, amigos, sus abuelos, sus padres, su hermano, tantos conocidos, todo el fútbol de Molgas y Maceda, el rival de siempre, como aquella tarde de julio. Eso es la felicidad, estar con los tuyos. David Ferreiro apura los últimos días de vacaciones antes de marchar a la Liga. Tiene 30 años, aunque esa edad no es verdadera. Tiene 164 partidos en Segunda B y 220 en Segunda. Tenía, ahora lleva 17 en Primera. Por eso, ese homenaje de los suyos, los que mejor le conocen, de aquella pequeña localidad termal de 1.500 habitantes, era el más sentido. «Es mi pueblo. Siempre que puedo voy. Tengo a mis amigos jugando allí. Hay un balneario, que recoge agua caliente de manantiales. Es pequeño, pero hay mucha gente que lo visita porque tiene mucho encanto. Y yo mucha morriña», indica el extremo del Huesca.

La historia de Ferreiro sería una película de superación en Estados Unidos. Criado en el Pabellón, el club nodriza del Ourense, caladero de Deportivo y Celta de Vigo, emigró pronto, como sus padres. Debut con 17 años en Segunda B con el equipo de su ciudad. Descenso y maletas con la veintena. Lorquí y Zamora antes de firmar un contrato profesional con el Granada de Quique Pina. Empiezan las cesiones. A Cádiz fue la más dulce: campeón de la categoría con ocho goles. Llega al Racing en Segunda. Descenso. Pase al Hércules. Descenso. La cosa no marcha. Pero solo hay una dirección.

No vuelve a casa, pero casi. Llamada de Quique Setién y fichaje por el Lugo, a cien kilómetros de Baños, pero la confianza se diluye al segundo año. El Huesca aparece al rescate. «Ha sido complicado. Nunca jugué en un filial ni vengo de una ciudad con un equipo que esté arriba. He tenido que trabajar muy duro. Siempre sueñas, pero si lo he conseguido con el Huesca es gracias al trabajo». Humildad y trabajo.

SU PRIMER GOL EN LA ÉLITE

Esa historia es más conocida. Extremo rápido, ambidiestro y que siempre convence a sus entrenadores. Como este año, cuando fue suplente al inicio, pero ya acumula 1.156 minutos, titular indiscutible para Francisco, como lo terminó siendo con Leo Franco. Salvo ese partido. El señalado. No jugó en el Camp Nou, ante su Barcelona de sueño de la infancia. «Hay que reconocerlo. Siempre fue mi equipo favorito», anuncia vestido de azulgrana en Primera División.

Un dato remarca su importancia en el Huesca y el valor de su trabajo. Es el segundo jugador que más centros pone en Primera tras Rubén Peña (Eibar), con 136 pases colgados (dos asistencias). «Me pide que llegue al área, con más desmarques y ser más vertical. Es lo que estoy intentando mejorar, como todo el equipo. Estamos creciendo desde las bandas y generando peligro, aunque no hemos acertado en el remate», indica David.

Y un gol, de cabeza y en plancha para un jugador de 170 centímetros, el primero de un orensano en Primera tras cuatro años de sequía. Ese tanto que comenzó la remontada de esa victoria tan ansiada ante el Betis de Quique Setién y que vuelve a avivar ese fuego por la permanencia: «Estamos muy unidos. No nos vamos a rendir porque hay un buen vestuario. La gente quiere seguir trabajando por la salvación, la fuerza del míster, las ganas… hacen estar en el día a día con la máxima ilusión».

En su mejor momento, cuando le llega su mejor escaparate, decide renovar en diciembre hasta el 2021, con un equipo altoaragonés comprando acciones de descenso. «Estoy muy agradecido al Huesca. Aquí estoy viviendo mis mejores años, un ascenso y una promoción, y ahora estamos en Primera, porque lo conseguimos todos juntos. El proyecto es a largo plazo y quiero formar parte de él», anuncia agradecido este gallego viajero y montañero, que conoce de cabo a rabo la provincia que recorre en esas salidas con su mujer y su perrito. «Soy del norte y me gusta el monte. Es difícil elegir un rincón, pero me quedo con Alquézar, por su sencillez y las pasarelas».

Dice que siempre quiere mejorar como futbolista y humano. Quizá por eso este verano, conseguido el ascenso, se llevó una lección de vida de Cuba. «Ver gente que no tiene nada y es feliz te hace pensar muchas cosas, ser mejor persona», confiesa el jugador. Quizá por eso sabe saborear cuando mira a lo alto de la grada de Balaídos o Zorrilla y ve a su gente siguiéndole en Primera. O sus padres vuelven a acelerar ese coche para recorrerse los 814 kilómetros que separan Ourense y Huesca. Ese camino de una única dirección, como cantaban Los Suaves, «ese grupazo». Ese camino de humildad y trabajo. El de David Ferreiro.